jueves, 3 de marzo de 2016

martes, 24 de noviembre de 2015

Sobre el arte digital, una entrevista a Carlos Cruchaga

    Si bien años atrás consumir arte, humor gráfico, libros o videos era algo por lo que nos debíamos levantar de la silla, comprar una revista, recorrer museos o esmerarnos en conseguir videocasetts, hoy no necesitamos hacer ni siquiera lo primero. Poseemos la suma de los museos más inmensos, la mayor variedad de revistas, la biblioteca y los videoclubs más grandes del mundo virtualizados y al alcance de la mano. Para tener una dosis de arte, basta solo hacer algunos clicks, tipeos y recorridos; allí, en Internet, hay todo un mundo de artistas dispuestos a compartir y regalarte su obra por absolutamente nada a cambio, más que tus ganas de presenciarlas. Y si bien antes disfrutar de una obra era algo limitado (por ejemplo, limitado al museo), hoy la frecuencia con la que podemos disfrutar una obra gracias a Internet, es algo que lo decidimos nosotros. El arte jamás estuvo tan socializado en estos sentidos.  Esto claro no quiere decir, que los museos virtuales reemplacen a los museos reales, o que los pdf reemplacen las bibliotecas. El teatro, los libros, el óleo y el acrílico sobre lienzo o la escultura en mármol visto en persona serán siempre irremplazables.
 Junto con el nacimiento de los museos virtuales, nace también una serie de nuevo arte y nuevos artistas: los artistas digitales de internet. Se conoce como arte digital al arte hecho mediante herramientas digitales (al ser este impreso, por ejemplo en plotters,  se continúa considerando arte digital).  El arte digital moderno (mediante herramientas de software relativamente recientes) es una de las últimas novedades en el arte[1], y como toda innovación posee sus detractores, gente que no lo considera arte, lo desvaloriza como arte “menor”, etc. A pesar de esto, un recorrido por internet nos demuestra lo lejos que puede llegar el arte digital: lo admirable, trabajoso y bello que puede llegar a ser, sin tener nada que envidiar a otras técnicas.
 Para meternos de lleno en el mundo del arte digital en internet, nada mejor que entrevistar mediante una red social a una eminencia del mismo, al cual conocí en foros virtuales sobre arte. Carlos Alberto Palma Cruchaga (alias “Wolf”) tiene 36 años, es oriundo de Chile, pintor multifacético –maneja oleos, acuarelas, etc.-, dibujante y por supuesto, artista digital –técnica en la que lleva trabajando alrededor de 10 años-. “P
ara ser un buen artista digital, necesariamente necesitas haber pasado por las técnicas tradicionales, el computador no lo hace solo”.  Nos cuenta, y veamos que más tiene para decir:
-¿Cuánto tiempo en promedio te toma realizar por lo general algún trabajo?

Carlos: - Eso depende del tipo de ilustración, cuando es paisaje es mucho más rápido, unas dos horas o menos, cuando es personaje y fondo, alrededor de 4 horas. Al principio toma más tiempo, pero con el tiempo ya sabes cómo empezar y terminar una obra.
-¿Y un trabajo similar en materiales convencionales?
Carlos - E
so te toma mucho más tiempo, es la ventaja de lo digital, por eso es un recurso más usado, lo malo que no es muy bien pagado como lo tradicional, el arte digital no es valorado como verdadero arte si podrías decirlo de esa manera, las personas no saben que se necesita conocimiento, talento y constancia, tanto como en lo tradicional. La mayoría de las personas creen que es sentarse en el computador y magia, nace una ilustración. Por eso no es valorado.
-¿Qué les dirías a aquellos que desvalorizan el arte digital?

 Carlos - Bueno, en primer lugar el verdadero arte dejo de existir hace mucho tiempo, los verdaderos artistas, independiente de las técnicas que utilicen, son aquellos que son capaces de plasmar sus sentimientos en una obra y a través del color, la forma, etc. transmitir esa emoción. En la época contemporánea existen los llamados artistas visuales, que son pintores y no saben pintar, son dibujantes y no saben hacer un escorzo, etc.  El artista visual que desvalora el verdadero arte es aquel que no es capaz de entregarse por completo, un artista de cartón que simplemente vive inmerso en una mentira, encerrado en un círculo vicioso en donde sólo sus amigos y sus padres les dicen que su trabajo es bueno. Tristemente, como leí por ahí, el arte moderno es una excusa para que las personas sin talento no se sientan mal. Hacer arte digital tiene mucho más valor que muchas otras técnicas, los artistas digitales, no todos, trabajamos de la nada y creamos el todo. Los que se hacen llamar artistas visuales, sólo copian el todo y terminan haciendo nada. Hay artistas increíbles que trabajan técnicas convencionales, no apunto a ellos, apunto a los que se hacen llamar artistas visuales que como no saben pintar ni dibujar bien optan por el arte moderno que no exige talento ni calidad. El artista digital tiene calidad en su trabajo, no tienes otra opción que ser bueno en lo que haces visualmente. El artista visual simplemente hace cualquier cosa sin sentido y lo acompaña de un fundamento con menos sentido.
- ¿Quiénes consideras que son los artistas digitales más inspiradores?
Carlos-  Bueno tengo pocos favoritos, pero me gusta mucho Karl Kopinski, ya que él trabaja convencional y digital y Fenghua Zhong, pero seguramente hay muchos otros que tienen excelentes técnicas.
- ¿Cómo consideras que influye en el arte el Internet? Por ejemplo, en los foros, galerías virtuales o como modo de conseguir trabajo como artista.
Carlos – Bueno, es una gran plataforma en donde artistas emergentes pueden mostrar su trabajo y hacerse conocidos. Yo mismo he conseguido muchos buenos proyectos a partir de foros y páginas en donde promueven tu arte y te haces cada vez más conocido en este mundo del arte digital. Los artistas en general no salen a mostrar su currículum u hoja de vida para conseguir un trabajo, simplemente muestran lo que hacen y que mejor que a través de las redes sociales.
 - Muchas veces se dice que en internet los derechos no existen, y menos para los artistas, ¿nunca te pasó que se apropiaran de una obra tuya sin permiso? Por ejemplo usándola para ilustrar algo o diciendo que eran suyas.
Carlos -
Si, una vez, cuando recién estaba empezando, los derechos virtuales no existen como tú dices, ahora cualquiera pude robar tu obra y usarla a su antojo, por eso es bueno inscribir tus trabajos en el departamento de propiedad intelectual de tu país, y asegurar tus trabajos. Por supuesto cada obra que subes a la web debes hacerlo en baja resolución, para que no pueda ser impresa a tamaños más grandes que una tarjeta de presentación.  
 - ¿Qué programas sueles utilizar?
Carlos -
Manejo varios programas pero prefiero Photoshop, es mucho más amistoso y fácil de trabajar.
- ¿Sobre qué temáticas te gusta trabajar?
Carlos – Me gustan más las temáticas medievales, hay más material y temas de trabajo.
 - ¿Algún link donde podamos acceder a tus trabajos?….
Carlos-  
http://www.wolf-666.blogspot.com.ar/ y https://www.facebook.com/pages/Wolf/1490658837839646?__mref=message_bubble
-  Para terminar ¿Algún consejo que quieras dar a los artistas digitales emergentes de internet?
Carlos -
 Bueno, todos los consejos y críticas son valiosos, pero valen más aquellos que vienen de personas que saben más que uno, si no, sólo son críticas destructivas y sin sentido.  Sólo te puede criticar alguien que es mejor que tú. Ese es mi consejo, me costó entender al principio ya que recibía críticas y malas palabras de mucha gente y me daba cuenta que no eran capaces de hacer ni una manzana. Por eso antes de responder a una crítica siempre mira el portafolio de la otra persona, si sabe menos que tú, pues ríete







[1] Si bien el arte digital tiene su origen cerca de los 50, el arte digital moderno al que me refiero es mediante programas avanzados como el Photoshop CS3 o el Illustrator CS3, aparecidos en el 2007. 

Pensadores críticos: ¿Defensores del pensamiento único y dueños de la verdad?

 Por lo general, los defensores del pensamiento crítico estamos acostumbrados a leer cosas como: “nadie es dueño de la verdad” y “nadie tiene la verdad absoluta”. También, suele acosársenos de querer imponer un “pensamiento único”.  Los que estén acostumbrados a debatir ideas mediante la argumentación lógica y la evidencia seguro sabrán bien de lo que hablo. A continuación pasaré a analizar estos recursos de contra-debate y anti-argumentación:

  Que “nadie es dueño de la verdad” es completamente cierto,  como también, absolutamente obvio. Nadie es dueño de la verdad porque la verdad no es una “cosa” que pueda “tenerse”, sino un atributo de ciertos enunciados (el atributo de adecuación o correspondencia más aproximada de una proposición con la realidad, y en el caso de verdades formales, el atributo de consistencia lógica). Ser “dueño de la verdad”, como entienden los que utilizan éste término, significaría algo así como como creer tener la razón en todo, o en algunos casos la verdad absoluta sobre algo. Esto es una falacia non sequitur; ya que tener la razón sobre algo no implica ni tener razón en todo –cosa imposible-, ni tener la verdad “absoluta”, sea lo que fuese. Incluso detrás de la frase parece haber una insinuación de que existe una verdad única aplicable a todo, y esta idea como sabemos, o por lo menos deberíamos saber, es absurda y está de más aclarar. ¿Por qué se utiliza entonces ésta frase?  Por lo general, suele usarse por gente dogmática que no quiere darle al otro la razón cuando este demostró tenerla, o que simplemente evita el debate por su incapacidad de pensar críticamente y poner sus ideas en tela de juicio. Diciendo esto creen salvarse de forma muy fácil de aceptar sus errores y ceder ante la crítica para reformular sus ideas.  Nadie es dueño de la verdad, pero si hay gente que puede tener razón y decir la verdad, como también hay gente que puede estar equivocada y mentir.  Si yo digo algo como que Italia es la capital de Francia y alguien me refuta, sería para cualquier persona totalmente ridículo que le dijera que “nadie es dueño de la verdad” intentando así salvarme de su corrección. Sin embargo la frase pasa desapercibida y suele tomarse en serio cuando el tema es algo más complejo. El razonamiento y el uso es el mismo, la frase es una falacia (me gustaría patentarla: “Falacia del dueño de la verdad”)  que sirve para escudarse tras una aparente incertidumbre –muy generalmente- ficticia y poder así evitar cualquier  retractación o debate. Es asombroso que exista gente que crea que con una frase tan obvia, simple, tonta y vulgar puedan proteger sus dogmas de la crítica. Si alguien dice la verdad y la defiende con evidencias y argumentos, es inaudito que a éste se le acuse estigmatizantemente de creerse dueño de la verdad. Esto habla muy mal del acusador, demuestra que es irrealista, deshonesto, incapaz de reflexionar sobre lo que considera cierto, de argumentar, de debatir y de cambiar sus ideas cuando es necesario.  Sin embargo es importante tener en cuenta que ésta frase suele usarse también como referencia al dogmatismo que tanto acabo de criticar, creerse ser “dueño de la verdad” puede significar creer tener “una verdad” que es irrefutable e inmune a las evidencias y a los argumentos. Debo decir, que usar la frase  de ese modo  no está mal, pero de todos modos raras veces es utilizada de esta forma.
  
   Que “nadie tiene la verdad absoluta” parece ser parcialmente cierto, si es que con esto se refieren a que nadie puede enunciar una verdad absoluta (aunque el concepto de “verdad absoluta” es muy vago). Si con verdades absolutas se quieren referir a verdades irrefutables, tienen razón parcialmente, ya que las verdades formales si son irrefutables. Sin embargo, las verdades fácticas, en sentido estricto, son solo aproximadas, graduales y perfectibles. La gnoseología que postula esto se conoce como realismo crítico, filosofía inherente a la ciencia, ya que los cuerpos de conocimientos científicos están en constante perfeccionamiento. La postura que considera la existencia de verdades absolutas se conoce como realismo ingenuo ya que es un tanto osado e ingenuo pretender que nuestro conocimiento, aun cuando si puede ser bastante exacto, es perfecto. Realmente no podemos saber si nuestro conocimiento, por ejemplo, nuestras leyes físicas van a operar de igual modo por toda la eternidad en todos los rincones del universo, ni tenemos teorías perfectas que expliquen sin ningún tipo de hueco algún fenómeno, ya que esto implicaría tener teorías perfectas para cada tema que subyace a tal fenómeno, y comprobar inequívocamente hipótesis para las cuales aún no contamos con los medios. Esto no quiere decir que no existan certezas y verdades fácticas. Nadie duda que cierto grado de verdad y de certeza exista. Incluso existen grados se certeza muy altos, como que la velocidad de la luz es de 299 792 458 m/s (y cualquiera lo puede comprobar mediante uno o varios experimentos), que la evolución es un hecho o que las leyes de la termodinámica, por lo que conocemos, son inviolables (a pesar de los creyentes en el fraude de la “energía libre”). Como también,  sabemos que es verdad que mirar el sol daña los ojos o que si nos cortamos la cabeza moriremos. Todos sostenemos la existencia de verdades constantemente. Si nos acusan de un delito que no cometimos, y exponemos las razones que demuestran nuestra inocencia, inevitablemente nos gustaría que tales verdades fueran tomadas como lo que son -definitivamente en esa situación no nos pondríamos a relativizar-. La frase coquetea oportunista con gnoseologías irrealistas como el subjetivismo y el relativismo, y la intención de su uso por lo general suele ser idéntica a la de la anterior: un recurso escapista para seguir sosteniendo dogmáticamente posturas demostradas falsas. Con respecto al relativismo (filosófico), podríamos considerarlo  con alto grado de certeza una postura falsa, ya que si creemos realmente que “todo es relativo”,  consideramos a esta premisa también como relativa, y como lo relativo es relativo con respecto a algo, esta sería relativa a algo relativo, y así ad infinitum. La postura es completamente insostenible. Si todo fuese relativo no existirá nada concreto respecto de lo cual pudiese ser relativo, ni su premisa misma. Si el relativismo fuera cierto, no podría serlo, ya que afirma que nada es -realmente- cierto. Es una postura tan inconsistente que se autorefuta. A menudo los relativistas creen que el relativismo fue demostrado por la teoría de la relatividad de Einstein, esto es realmente cómico, demuestra que no tienen absoluta idea de nada.  Es claro que existen cosas relativas, pero relativas a algo (como la gravedad, que es relativa a la masa). El abuso del término “es relativo” suele ignorar por completo esto, y la palabra relativo es usada indiscriminadamente como maquillaje de la ignorancia y como muestra de debilidad para sostener certezas y defender ideas. El relativismo también suele ser relacionado con el subjetivismo, ya que son idénticas en su (im)postura de odio a la verdad, y desde ya, ambas posturas son extremadamente falsas. Existen cosas relativas, subjetivas y objetivas. Si realmente todo fuese subjetivo, esta premisa también sería subjetiva, y por lo tanto no tendría valor como para ser defendida, y por otro lado, si la premisa fuera cierta y todos se pondrían de acuerdo en ello la volverían objetiva y se autorefutaría[1]. Si -como afirman los relativistas y subjetivistas- todas las proposiciones son igual de validas, la proposición “no todas las proposiciones son igual de válidas” seria valida, cosa que es un grave problema lógico para los relativistas. Los relativistas ante esto nos dirán “la lógica no es válida”, a lo que se le puede responder “si es universalmente válida”, cosa que los relativistas fieles a su postura no podrían discutir.
   No existen ni el relativismo ni el subjetivismo consecuente, son poses, los llamados relativistas y subjetivistas son en su totalidad, unos hipócritas. Sabemos que es cierto/verdad que comer alimentos descompuestos, o no comer en absoluto nos puede enfermar y matar y por eso lo evitamos (a pesar de que curiosamente exista la impostora doctrina del respiracionismo, basada en el engaño y la credulidad de espectadores pusilánimes). También sabemos que es cierto/verdad que  si no seguimos indicaciones médicas en el caso de necesitarlas, corremos el riesgo de empeorar y morir. Si podemos, como Bergson, darnos el tonto gusto de dudar de la teoría de la relatividad de Einstein por no comprenderla, también podemos por momentos presumir de nuestro supuesto relativismo filosófico exhibiendo cuando nos conviene un discurso tanto excéntrico como falso. Pero realmente vivir creyendo que ningún tipo de verdad existe y que realmente todo es relativo,  solo es una fantasía inverosímil. El relativismo y el subjetivismo, como todo el irrealismo del pensamiento mágico y del pensamiento débil, jamás hicieron nada positivo por la civilización humana. Si el relativismo/subjetivismo hubiese sido la gnoseología imperante durante la historia, no existiría ni la ciencia, ni la tecnología, ni la justicia. No podríamos haber erradicado jamás las pestes que nos diezmaban, ni podríamos haber explorado el espacio, ni entender la luz o la gravedad, ni fabricar anteojos para la gente que los necesita, ni sobrevivir a la adversidad de la naturaleza, ni entender nuestra fisiología para prevenir enfermedades, ni manejar la agricultura para alimentarnos, ni elaborar éticas sobre las cuales sostener el progreso humano, ni nada en absoluto. Todo lo positivo con lo que contamos se debe al intento de comprender la realidad de forma objetiva, no a nuestros caprichos y ocurrencias personales de cómo esta funciona. Por esto, la frase es tan ingenua y deshonesta como las anteriores.
 
  Tanto como estas frases prefabricadas, veo constantemente que los que intentan argumentar mediante la lógica y los hechos son acusados de querer imponer un “pensamiento único”. O sea, pensar que el mundo existe más allá de lo que nosotros creamos sobre él, que se lo puede conocer,  que ciertas formas de conocerlo nos dan una garantía de certeza y que esas certezas pueden ser defendidas es, según ellos, querer imponer un pensamiento único.  Básicamente, lo que intentan decirnos es que defender la verdad es querer imponer un pensamiento único, y si hay una señal de una sociedad enferma, es la aversión y el miedo a la verdad. Acusar de querer imponer un pensamiento único a alguien que tiene argumentos y evidencias que respaldan algo que dice es (como en el caso de las frases anteriores) el colmo de la terquedad, el dogmatismo, el irrealismo y el irracionalismo. Los pensadores críticos no buscan “imponer” un pensamiento único, defienden el pensamiento racional-empírico y la existencia de verdades o hechos determinados que es muy diferente. Hay que notar la diferencia entre defender una idea e imponerla. El hecho de imponer algo sea lo que fuese suele ser en la mayoría de los casos algo inmoral (no en todos, por ejemplo, en el caso de imponerle un tratamiento psiquiátrico a una persona peligrosa para la sociedad).  Por lo que imponer un “pensamiento único” obviamente no es algo defendible. Incluso defender una concepción única sobre algunas cuestiones es en muchos casos imposible, innecesario, inmoral e irracional, como en el caso de ciertas costumbres o gustos inofensivos (sería totalmente disparatado querer defender la implementación de un solo modo de vestir, o de un gusto único por determinado estilo musical, por ejemplo). El pensamiento crítico no es para nada imponer un pensamiento único, sino pensar por uno mismo, pero pensar bien, es decir, pensar racionalmente y teniendo en cuenta la evidencia que muestran los hechos. Si los pensadores críticos poseen ideas similares sobre determinados temas, es porque basan sus opiniones en argumentos y evidencias, y no en lo primero que se les ocurra, que suene bien o que sea agradable para ellos mismos. Si gran parte de los pensadores críticos poseen algunas similitudes en sus opiniones, como por ejemplo en que la astrología, el psicoanálisis, el respiracionismo, el reiki, las religiones y el relativismo cultural son falsos y perniciosos no es porque se hayan puesto de acuerdo en sostener tales ideas e “imponerlas” –difundirlas mediante argumentos, en realidad- al resto, sino que la mayor parte de los pensadores críticos llegan a tales conclusiones porque es lo que la evidencia dice al respecto. Cuando al filósofo Bertrand Russell le preguntaron cuál sería su mensaje para las futuras generaciones, respondió que su mensaje intelectual seria “… n
unca te dejes desviar, ya sea por lo que deseas creer o por lo que crees que te traería beneficio si fuera creído, observa únicamente cuales son los hechos”, pues esa es la base del pensamiento crítico, y como la realidad no es múltiple, la verdad tampoco lo es. De todos modos, es totalmente falso que los pensadores críticos piensen todos de igual manera, basta ver un foro de pensadores críticos para notar su pasión por el debate y la confrontación de ideas entre ellos.
 
   
Es evidente que la supuesta “defensa del pensamiento único” es un manotazo de ahogado por fabricar un hombre de paja y atacar en nombre del subjetivismo o el relativismo a los que defienden la existencia de un hecho o alguna verdad aunque sea con evidencia y argumentos.  Parecen creer, que da igual cualquier idea que uno pueda tener acerca de algo, ya que lo importante es la pluralidad ante todo. Esto es absolutamente ingenuo e irrealista. La pluralidad ciega jamás será más valiosa que la verdad demostrable. A ellos parece darles igual que algunos piensen que vacunar está mal (pese que la anti-vacunación causa el rebrote de muchas enfermedades evitables que terminan por matar o destruir la vida digna de cientos de personas), que da igual destruir el ecosistema o no,  que da igual matar o no, ya que darse cuenta y defender la inmoralidad, la falsedad o la irracionalidad de tales acciones seria querer “imponer un pensamiento único”. 2+2 no vendría a ser 4, sino lo que cada uno crea que es,  ya que lo importante es la pluralidad. Si esta forma de pensar -mejor dicho, de no pensar- se implementara solo nos llevaría a un primitivismo que destruiría la civilización humana. Sobre algunas cuestiones la pluralidad no es para nada positiva, en el campo del arte y su apreciación, en ciertas costumbres y gustos inofensivos, etc. la pluralidad es necesaria, pero en cuestiones del mundo real y como lo entendemos (incluyendo a las personas y sociedades), la pluralidad bruta no tiene ninguna ventaja sobre la verdad comprobable y la objetividad. Que haya pluralidad de puntos de vista sobre un fenómeno significa inevitablemente por el principio lógico de no-contradicción, que la mayoría son falsos. Por ejemplo, cada uno puede tener su hipótesis sobre el origen del hombre y aceptarla como un hecho, pero la teoría evolutiva seguirá siendo cierta y esto lo indican todas las evidencias disponibles, quiéranlo o no (la evolución es una de las teorías científicas con más grado de confirmación). Pensar que existe una verdad objetiva por la que luchar y que ésta es más valiosa que una demagógica apreciación de la pluralidad de puntos de vista –por más erróneos y estúpidos que sean- no es para nada fascista como muchos acusaran, sino todo lo contrario. Si hay característica del fascismo es el desinterés por la verdad y su hincapié en lo emocional e irracional, cosa a la que apelan tales relativistas.  George Orwell mostró que la negación de la verdad es una característica del fascismo en su magnífica novela 1984: “Su filosofía negaba no solo la validez de la experiencia, sino que existiera realidad externa. La mayor de la herejía era el sentido común. Y lo más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudiera tener razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos son efectivamente cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. (…) El Partido os decía que negaseis la evidencia. (…) La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados”.

 El origen del relativismo parece provenir, en gran parte, de una reacción frente al colonialismo genocida del siglo XV. Según el razonamiento de los relativistas, si los europeos al llegar a América hubiesen tomado una postura relativista, no hubiera existido la masacre que ocurrió. Sin embargo esto parte de un razonamiento exageramente malo,  ya que si en verdad los colonizadores fuesen relativistas, destruir o no destruir las civilizaciones originarias seria relativo, por lo tanto, si quisieran hacerlo lo hubieran hecho sin ninguna dificultad moral. Esto demuestra que si lo que queremos es el bien común, para lograrlo el camino no es relativizar sino comportarnos moralmente a partir de una ética desarrollada, racional y consistente como lo es el humanismo secular. El relativismo no lleva a la tolerancia, en realidad, no lleva a nada puesto que es una postura sumamente impracticable. Lo que lleva a la tolerancia es la razón, cosa que carecía tanto en los brutales aztecas como en los, para nada ilustrados, europeos del siglo XV. El relativismo al atentar contra esta, y al no privilegiar una ética por sobre otra, hace más daño que beneficio a su causa de origen. Y es sumamente necesario aclarar, que aquí me refiero al relativismo epistemológico y moral, no al relativismo cultural utilizado en antropología para el estudio de las diversas culturas, cosa muy diferente.
   El relativismo y el posmodernismo en general, aunque busca aparentar ser de izquierda y progresista, es en realidad una fiel amante de la derecha neoliberal, del conservadurismo y del primitivismo retrograda new-age. Si nada es real, si no existe la verdad, si todo vale, no hay razones para luchar por un mundo más justo, más igualitario, más digno, o por una economía basada en la evidencia científica y la ética (cosa que temen los neoliberales, por lo que se esconden tras sus axiomas praxiológicos). La salud pública puede ser tranquilamente desmantelada, ya que da igual curarse en un sanatorio privado o visitar al chaman del barrio. Da igual parir en un hospital con todos los cuidados y precauciones, que parir en casa corriendo el riesgo de morir por infecciones u otro tipo de complicaciones (la idea del descuidado parto en casa es una de las tantas ideas peligrosísimas del new-age y el posmodernismo anticientífico[2]). Da igual comer sano todos los días en un restaurant caro o comer de la basura. Si todo depende “del discurso”, la pobreza es exactamente igual que la riqueza, y cualquier intento de poner en duda esto sería imponer un pensamiento único. Si cada cultura es equivalente y si el relativismo cultural que defienden los posmodernos es correcto, podemos mirar hacia otro y no sentir culpa por todos los problemas culturales que existen en Oriente, donde los musulmanes tratan a las mujeres como escoria mientras lapidan homosexuales y destruyen sitios históricos como museos del antiguo Egipto, para ellos esto sería simplemente otra cultura igualmente valida e injuzgable. Foucault, uno de los mayores representantes del posmodernismo, es un excelente ejemplo de como este movimiento aunque aparenta ser radical y de izquierda tranza con el más extremo fascismo. Foucault mientras se volvía ídolo de la izquierda francesa apoyaba la subida al poder del Ayatolá Jomeini en Iran, quien instauró un golpe teocrático y una durísima ley islámica que, entre otras cosas, favorecía el terrorismo.
 Para colmo, los defensores del pensamiento débil son excelentes aliados de la iglesia católica, ya que si “todo es relativo” da igual enseñar evolución o creacionismo en las escuelas (idea defendida por el posmoderno Feyerabend), da igual legalizar o prohibir el aborto, da igual dar anticonceptivos o no darlos. Y bajo la mirada del relativismo, el ateísmo y la crítica a la religión es, claramente, “querer imponer un pensamiento único” y “sostener la hegemonía del pensamiento científico”. Definitivamente lo más triste que le pasó a la izquierda, además del impacto de revolucionarios improvisados y violentos y del fascismo comunista chino y soviético –falsamente socialistas-, es la influencia toxica de las ideas posmodernas. Alan Sokal y Bricmont lo explican en su excelente libro Imposturas Intelectuales:
  “Por último, para todos los que nos identificamos con la izquierda política, el posmodernismo tiene especiales consecuencias negativas. En primer lugar, el enfoque extremo en el lenguaje y el elitismo vinculado al uso de una jerga pretenciosa contribuyen a encerrar a los intelectuales en debates estériles y a aislarlos de los movimientos sociales que tienen lugar fuera de su torre de marfil. Cuando a los estudiantes progresistas que llegan a los campus norteamericanos se les enseña que lo más radical -incluso políticamente- es adoptar una actitud de escepticismo integral y sumergirse por completo en el análisis textual, se les hace malgastar una energía que podrían dedicar fructíferamente a la actividad investigadora y organizativa. En segundo lugar, la persistencia de ideas confusas y de discursos oscuros en determinados sectores de la izquierda tiende a desacreditarla en bloque; y la derecha no pasa por alto la oportunidad para utilizar demagógicamente esta conexión”.

      Otro gran “logro” del posmodernismo, con su relativismo exagerado y su dogmática antimodernidad, es servir de base filosófica para el movimiento pseudocientífico, retrogrado y supersticioso por excelencia, el New-age. El new-age es la cumbre del pensamiento débil, uno de los movimientos más nocivos y estúpidos que jamás existieron –ver la “ley de atracción” de Rhonda Byrne, por ejemplo, una gran estrategia new-age de engaño conservador, conformista y supersticioso-. Enaltece cualquier tipo de superstición y se opone a cualquier beneficio de la modernidad, al igual que el posmodernismo. Ya es tiempo de que una nueva ilustración destierre ambas modas anti-intelectuales, este debe ser uno de los más importantes objetivos del movimiento escéptico (me refiero claro, al escepticismo racional o científico). Al oír la palabra Ilustración los posmodernos se tensan, asustan y preocupan, la razón, la ciencia y el pensamiento  crítico son sus más fervientes enemigos,  y por esta razón recurren a echarle la culpa de todos los males incluyendo el holocausto nazi.
Por ejemplo, según Theodor Adorno y Max Horkheimer el nazismo es una consecuencia de la ilustración, está de más, me parece, hacer demasiado hincapié en la refutación de tal mediocre tesis. Basta aquí decir, que el nazismo hallaba su inspiración en teorías puramente irracionales como el nacionalismo y el ocultismo, que se basó, en parte, en ideas de Nietzsche (crítico de la ilustración), que Heidegger –ídolo del posmodernismo y el nazismo- era irracionalista y miembro del partido nazi, que los nazis amaban la pseudociencia (teorías de raza aria e incluso el psicoanálisis, el cual usaban para “curar la homosexualidad”, por ejemplo), etc. Y que en cambio, el iluminismo combatía el abuso de poder, defendía la razón, la ciencia, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la tolerancia, los derechos humanos y demás. Este esperpento de  tesis pareciera ser más una apología del nazismo que otra cosa. Sin embargo es muy popular e incluso la escuché nombrar en plena clase a un profesor de Historia de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, el cual para defenderla, recurrió a la dialéctica[3], con la que uno puede defender lo que se le ocurra, ya que no hay concepto más oscuro e inútil.
 
Para los relativistas la razón es una dictadura, lo que equivale a decir que las dictaduras son racionales, cosa que es más una defensa al fascismo que otra cosa. Si los relativistas son consecuentes con su premisa de que “todo vale” ¿por qué el nazismo no debería de valer?
   El pensamiento crítico tiene como base sospechar de cualquier autoridad y negarle el poder por ser tal, es la más sofisticada forma de subversión. El pensamiento fascista es una consecuencia del pensamiento débil, ya que los que no pueden tener un pensamiento firme y crítico son los que necesitan de una suprema autoridad, sea un Dios ficticio o un dictador humano, que los dirija violando todos los valores en los que ellos no creen. El pensamiento débil es el fascismo.    

    Los delirios traídos por el pensamiento débil (relativismo, subjetivismo, etc.) son tan populares porque, además de ser fáciles para aparentar intelectualidad, son particularmente demagógicos. A la gente le siente bien que se le diga que su estupidez no es tan grave, que lo malo es la inteligencia. Que critiquen sin ninguna solidez el conocimiento científico, ya que aprenderse sus grandilocuentes frases es fácil, y con esto creen que no es necesario estudiar ciencias para aparentar que saben sobre ellas. Que le digan que nunca están en lo incorrecto, sino que son “diferentes puntos de vista igualmente validos”. Esa demagogia nauseabunda es lo que lo hace tan popular en los sectores no ilustrados. En cambio, el pensamiento crítico no suele ser demagógico; todos conocerán disputas entre conocidos científicos o librepensadores contra los poderes y convenciones sociales de la época, por ejemplo, con la teoría de la evolución propuesta por Darwin.  A pocos pareció gustarle que se demostrara una relación entre nosotros y el resto de los animales –cosa que actualmente a muchos, tontamente, les sigue pereciendo denigrante-, o que no éramos el centro del universo. También las críticas a la religión y al teísmo por parte de algunos científicos y filósofos críticos influyeron de gran manera, ya que la religión siempre fue el mejor estimulante de estupidez reaccionaria contra el avance de la inteligencia.  A muchos de estos les hubiera gustado que se les diga que aquellos hechos y argumentos eran relativos, que lo que ellos pensaran sobre el tema estaría bien, que son puntos de vista igualmente válidos y aquel pensamiento crítico o científico era hegemónico, homogeneizador, “positivista” (aunque no sepan que significa), occidentalista, reduccionista, etnocentrista, eurocentrista etc. y que no deberían darle importancia alguna. A pesar de que es preferible vivir rodeado de verdades incomodas que de bonitas ilusiones, para muchos es mejor persistir en los delirios antropocentristas que insistir en alcanzar un análisis de la realidad de forma objetiva. Éste antropocentrismo primitivo, enaltecido por la filosofía romántica, que considera a la verdad científica como corrosiva de la dignidad, y no como un medio para elevarla, lamentablemente siempre palpitará en una sociedad rica en un egocentrismo ciego, donde abundan individuos que creen que la verdad es algo democratizable (“si muchos están de acuerdo es porque es cierto”), o incluso, que la verdad no importa sino “mi opinión” o la pluralidad bruta. He ahí, en parte, la popularidad del pensamiento débil.

  Sobre esto surge una serie de interesantes preguntas: ¿Qué es lo que mantiene al ser humano en tal desinterés por la verdad, a tal desprecio por la realidad? ¿Por qué la gente elige pensar de forma superficial, tosca y bruta? ¿Qué es lo que lleva al ser humano a tal indiferencia? Supongo que hay varios factores. Para empezar, pensar racionalmente conlleva un gran esfuerzo, y el primer gran esfuerzo que muchos prefieren evitar, es el de cuestionarse constantemente todo lo que se da por cierto. Lo cierto es que nuestra sociedad esta aun hoy esclava de las formas arcaicas de pensamiento, y la vigencia de las religiones lo demuestra. Una religión es en sí una navaja en el cuello del librepensar. Una mentalidad sumisa de una religión tendrá siempre un límite, un muro el cual no podrán atravesar, una serie de dogmas que les impedirá llevar su vida intelectual más allá de lo que por pura sugestión da por cierto. Considero a las religiones como una de las principales resistencias hacía el surgimiento de una sociedad libre basada en el profundo desarrollo de una intelectualidad escéptica, que permita al humano alcanzar la mayor comprensión sobre sí mismo y sobre lo que lo rodea, de modo que transite en el mejor sendero hacia la verdad. Esta sociedad es la que realmente conseguirá traernos bienestar[4], y por lo tanto libertad y la dignidad humana a su más alto potencial, cosa imposible de llevar a cabo si aceptamos las tentaciones de los profetas religiosos y posmodernos, que buscan desechar toda búsqueda de la verdad. Claro que sería totalmente reduccionista culpar solamente a las religiones por limitar el desarrollo intelectual. Y claro, no solamente las religiones son muestra de que la cultura moderna convive con la primitiva, también lo son las guerras, el chauvinismo nacionalista, las formas de gobierno autoritarias, las supersticiones, la cacería, las sectas, los espectáculos de tortura como la tauromaquia, etc. Otro factor que lleva a las personas hacia el desinterés por la investigación critica como búsqueda de la verdad, es la simple haraganería. La cultura actual posee tanto entretenimiento fácil, que pocos son los que mantienen vivo el espíritu crítico de pensamiento e investigación. Ya que mantener la curiosidad, buscar rigor, analizar la información y contrastarla conlleva un gran esfuerzo -como también un gran placer-. No solo eso, la investigación crítica conlleva una serie de frustraciones que llevan a uno a desechar muchísimas ideas consideradas anteriormente ciertas, cosa que a la mayoría le cuesta enormemente.  Aferrarse a las ideas de forma emocional y no racional es otro factor que mantiene a las personas lejos del interés por la verdad.

  Con tantas muestras de lo lejos que puede llegar la confusión del hombre, como ser: rebrote intencional de enfermedades erradicadas (¡gracias antivacunas!), muertes por oposición a la medicina por posturas místicas o religiosas –como el caso de los Testigos de Jehová y la transfusión de sangre-, suicidios y mutilaciones sectarias, teorías de raza aria, misoginia y homofobia religiosa, etc. Lo más inmoral y estúpido a lo que éste puede incurrir es a negarse la capacidad de conocimiento objetivo. Cosa que es básicamente, volverlo a sumergir en la oscuridad del primitivismo harto deshumanizante. Si hay algo que volvió la vida de los hombres disfrutable, es el sentido de objetividad. Los subjetivistas lo que buscan  es destruir la civilización. Defender insistentemente el pensamiento crítico por sobre los delirios retrógrados del subjetivismo-relativista como de cualquier forma de pensamiento mágico y débil, es una necesidad si queremos salvarnos de la oscuridad que constantemente nos acecha, a menudo en forma de frases confortables o disfrazadas de discursos intelectuales de vanguardia (principalmente en las facultades de humanidades).    

Apéndice:

Alguien me sugirió que en el texto faltaba algún desarrollo sobre lo que se consideran verdades “intersubjetivas”. No lo mencione por dos razones.
Entiendo a la "intersubjetividad" -en sentido gnoseológico- como a lo que puede ser objetivable pero que no tiene existencia propia (por lo que queda afuera lo factico, que es claramente objetivo) ahí entrarían –algunas- verdades conceptuales, estéticas, éticas y otras verdades por convención, pero sobre todo estéticas. No es un concepto que me guste mucho, principalmente porque recuerda al psicoanálisis, a Husserl y a los posmodernos, por lo que no lo menciono. Tampoco me quería enredar en cuestiones difíciles como la verdad estética o ética, cosa que desviaría demasiado la intención del texto que es un tanto más enfocarse en lo fáctico (la verdad fáctica es mucho más evidente, y a pesar de ello muchos la siguen negando).  Algunas personas hablan de "intersubjetividad" por lo que es claramente objetivo, es una forma de torcer toda objetividad dentro de "lo subjetivo", usarlo como concepto bolsa y meter todo dentro de él: lo que es "objetivo" como que "el fuego quema" dicen que es en realidad "intersubjetivo". Obviamente esto es un tremendo error conceptual -muchas veces intencional- para acomodar forzosamente todo dentro de lo subjetivo y defender el subjetivismo (“todo es subjetivo, y lo que no, pues es intersubjetivo”).



[1] Hay que aclarar, que también el llamado “cientificismo duro” se autorefuta en su premisa. Ya que la premisa “solo lo científicamente demostrable puede ser verdadero”, no puede ser científicamente demostrable, por lo tanto no es verdadera. Esto no quiere decir que el cientificismo blando sea falso. Su premisa consiste en que “lo que puede ser conocido por medio de la ciencia, se conoce mejor de forma científica”. Esta premisa no se autorefuta y puede ser demostrada de múltiples formas como verdadera.
[2] http://www.ajog.org/article/S0002-9378(10)00671-X/abstract Meta-análisis que concluye que el parto en casa es 3 veces más peligroso que el parto hospitalario.
[3] No creo que el uso de palabras tan confusas como «dialéctica» aporte nada al progreso del pensamiento. La palabra «dialéctica» es una palabra que normalmente o no significa nada o significa simplemente una acumulación de absurdos. Aparte de ser filósofo, como sabes, también me he dedicado a la lógica. Pocas palabras pueden irritar más a un lógico que «dialéctica». Desde el punto de vista lógico, podemos reconocer muchas enfermedades conceptuales, pero la más grave de todas, con mucha diferencia, es la contradicción. Podemos mirar con tolerancia, y en algunos casos incluso con cierta simpatía, algunas falsedades, porque la falsedad es un defecto a veces perdonable. Pero la contradicción es mil veces más grave.” Jesús Mosterín sobre la dialéctica.
[4] Para ejemplificar como el conocimiento trae bienestar, tan solo basta pensar como el conocimiento científico, y no el dogma teológico, es capaz de producir tanto medicamentos para salvar vidas como tecnología funcional para realizar las actividades aburridas, monótonas y degradantes. Cabe destacar que más allá de los beneficios prácticos, el conocimiento es siempre en sí mismo, un bien. 

Algunas características del pensamiento escéptico

                        Nota: En este artículo me referiré con escepticismo al escepticismo metodológico, racional o científico, y no a la vertiente ya casi olvidada del escepticismo radical o sistemático (mal llamado filosófico).

En una cultura donde el pensamiento crítico, paradójicamente, es criticado, es entendible que el escepticismo pertenezca a una minoría. Pocos y nulos son los esfuerzos de los sistemas educativos para promover el escepticismo, y esto se ve claramente en el tipo de sociedad que tenemos: facultades que dan cursos de homeopatía, universidades de psicología repletas de psicoanálisis, librerías plagadas de best-sellers de estilo newage, volantes en la calle con propaganda de psíquicos y astrólogos, intelectuales posmodernos “superestrellas” de la charlatanería como Zizek y Darío Sztajnszrajber, perfiles de Facebook que exhiben todo tipo de hoax[1] de páginas pseudoperiodisticas y un largo etc. Actualmente se saca grandes provechos de la credulidad masiva, desde corporaciones que venden productos fraudulentos como Herbalife – o “HerbaLIE” para los entendidos-, hasta conferencistas ricos que hablan de temas que ignoran  y venden teorías sin respaldo a un público crédulo, y ni hablar de todas las pseudomedicinas y pseudoterapias que juegan con la salud de las personas a cambio de que estas les den un poco de su dinero y confianza. La charlatanería es un negocio multimillonario.  Esto lejos de ser pesimista, lamentablemente es una visión realista de lo que pasa en la actualidad. Pero, ¿Es esto nuevo? No, la  explotación de la credulidad por la charlatanería es tan vieja como el primer ser humano.
 Lo que hace una gran diferencia de la credulidad y la charlatanería del pasado, y los mismos en la actualidad, es que en el pasado las culturas  tenían más justificación para sus supersticiones.  Todos nos reímos ahora, de la creencia antigua de que las enfermedades eran causadas por espíritus…. Bueno, no todos, todavía existe gente que cree que se enferma a causa de la magia negra. Pero casi todos. Gracias a que contamos en la actualidad con enormes y fantásticos avances de las ciencias muchas creencias y supersticiones antiguas quedaron atrás. Es fácil pensar porqué los antiguos creían que las enfermedades eran causadas por espíritus, ellos, a comparación de nosotros, no sabían nada.
  Así, el conocimiento es una de las principales armas contra la credulidad, la explotación de la ignorancia, la superstición y la charlatanería en general. En la actualidad, a diferencia de en la antigüedad, el conocimiento está al alcance de la mano…. En el mouse por ejemplo. La disponibilidad de conocimiento y los avances del mismo en la actualidad es algo con lo que apenas se soñaba utópicamente en la antigüedad. Pero tampoco hay que creer que solo la información nos va a salvar. Casi tan importante como el conocimiento, es el saber pensar. Por ello, por más que uno se “haya comido todos los libros”, es susceptible de ser engañado. Además de saber y conocer,  es importante tener las herramientas para juzgar lo que sabemos y conocemos –o creemos saber y conocer-.
  La enormemente útil herramienta que es el pensamiento crítico y su consecuencia, el escepticismo racional, lamentablemente es algo de minorías. Como decía, no es algo que se enseñe en los colegios por ejemplo. A esta altura parece más que evidente que la rigurosidad del pensamiento fuerte, racional y científico vende muchísimo menos que la superstición, el pensamiento mágico, lo irracional y las pseudociencias. Por esto es cosa de algunos intelectuales y aficionados escribir libros, revistas, blogs o notas sobre lo que entienden por escepticismo. 
  A todo esto ¿Qué es pensar escépticamente? Para establecer cierta estructura o característica del pensamiento escéptico es necesario apelar a la filosofía, ya que en definitiva, el escepticismo racional o científico es una postura filosófica. Lo que refuta la estrecha y errada visión de que el escepticismo propone a la ciencia superior a la filosofía en general (siendo que la ciencia se vale de la filosofía) o que la filosofía es algo inservible, como proponen algunos escépticos como Mauricio Schwarz. También es errada la idea de que el escepticismo radical, como el de Pirrot, debe ser llamado “filosófico” y el racional “científico”, ya que ambos son filosóficos a pesar de ser opuestos.
  La antifilosofía es lamentablemente una enfermedad en constante expansión en los círculos intelectuales de la ciencia. Científicos y divulgadores como el cosmólogo Stephen Hawking[2]  y el físico y divulgador Lewrence Krauss la padecen. De todos modos esta epidemia es fácilmente entendible, basta ver la cantidad de charlatanes que se hacen pasar por filósofos y que enseñan en facultades, venden millones de libros, publican en prestigiosas revistas y opinan sobre temas que ignoran completamente. La enfermedad de la antifilosofía es solo una consecuencia de una enfermedad aún peor, el posmodernismo. Aún así, asumir que la filosofía no sirve porque muchos filósofos son charlatanes es una falacia de composición y una falacia de generalización apresurada. Aunque la filosofía yace en gran parte estancada en el culto a la personalidad, la escolástica, la obsesión por su pasado, el divague oscuro e irrelevante, las trivialidades pseudoproblemáticas y la charlatanería propia del “discurso” de los posmodernistas, en la filosofía aún queda mucho por rescatar y reconstruir.  La epidemia de la antifilosofía se combate más eficazmente haciendo buena filosofía que atacando a los antifilósofos.

 El pensamiento crítico sobre el que se sostiene el escepticismo se vale de diversas herramientas filosóficas para poder analizar la veracidad de los enunciados. Como ser por ejemplo, lo que llamo las 3 navajas escépticas. Estas son:
 1- Navaja de Hitchens: <Aquello que es ser afirmado sin evidencia, puede ser rechazado sin evidencia>.
2- Navaja de Hume: <Afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias>
3- Navaja de Ockahm: <E
n igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta>.

Estas 3 navajas nos servirán para desollar todo tipo de fraudes y engaños. Por ejemplo, nos podemos valer  de la navaja de Hitchens[3] para liquidar tranquilamente todo tipo de dogmas que pretendan inculcarnos. Si no hay evidencias ni argumentos sólidos, no tenemos razón para creer en algo si no queremos engañarnos a nosotros mismos. El escepticismo se caracteriza por apoyar las opiniones sobre las evidencias, y no por anteponer las opiniones a las evidencias.
 La navaja de Hume[4] reafirma la carga de prueba. Con ella podemos degollar cualquier pseudociencia en nuestro camino. Basta pedir a psicoanalistas, homeópatas u otros curanderos evidencias que permitan sustentar tantas afirmaciones extraordinarias para dejarlos expuestos en su fraudulencia.
 La navaja de Ockahm[5] es un principio de economía mental, con ella descuartizamos tanto explicaciones exageradamente rebuscadas como hipótesis innecesarias. Podemos tranquilamente matar de una apuñalada la idea de dioses con ella. Si no hay forma de comprobar supuestos dioses existentes y nos debemos de valer de dos hipótesis: que existen o que no, evidentemente lo más racional sería inclinarse por el no. No tiene sentido suponer que existe algo de lo que no tenemos ni pruebas ni argumentos y que además, sabemos que por su naturaleza jamás las vamos a tener. Entre la hipótesis de que existe un ente inmaterial, dueño y creador del universo, invisible, misterioso (por lo tanto incognoscible), todopoderoso, con características humanas aunque sobrenatural y repleto de contradicciones y otras inconsistencias lógicas, y la hipótesis de un universo únicamente natural, es evidente cual cumple con el principio de economía mental. Si dijera que tengo duendes en mi patio, pero que estos son incognoscibles e inmateriales, no tendría forma de no quedar como un supremo ridículo, es sencillamente más racional el hecho de que este delirando o mintiendo.  La navaja de Ockahm también derrumba otras ideas como el solipsismo y la dominación por parte de sociedades ultrasecretas de las que poco o nada se saben. Ambos por ser extremadamente rebuscados. Es mucho más coherente pensar que el mundo existe fuera de nosotros, y un delirio absolutamente egocentrista suponer lo contrario. De todas formas, el solipsismo ya ésta prácticamente extinto. No así la idea de que nos dominan dioses o sociedades ultrasecretas. Ésta última también “peca” de ser exageradamente rebuscada, además de no tener ninguna evidencia que la respalde. Es sencillamente más simple, coherente y por lo tanto sano socialmente saber cuáles son las personas que concentran mayor poder y luchar por quitárselo que suponer que nunca sabremos quienes son, que son seres alejados, recluidos de la sociedad y hasta del planeta, como creen algunos delirantes conspiranoicos. Hay que tener bien en claro que la navaja de Ockahm no es una excusa para simplismos ingenuos, está siempre debe estar guiada por la razón y debe tener en cuenta las evidencias disponibles, no debe interpretarse de modo inocente y pensar que lo más simple es lo correcto, la mayoría de las veces la verdad no es nada simple. Esta navaja se utiliza cuando hay hipótesis en igualdad de condiciones y se descartan las más rebuscadas e insostenibles. 

 A continuación esbozaré algunas de las características del pensamiento escéptico con ayuda de la filosofía bungeana:

Cosmovisión (ontología) materialista:

 El escepticismo se caracteriza por poseer la misma ontología que la ciencia y el humanismo secular, una ontología materialista. Para un escéptico, como para la ciencia, el mundo existe más allá de nosotros y está compuesto por cosas materiales y concretas que responden a leyes, estas son cognoscibles por lo tanto, en general pueden estudiarse y entenderse.
 Un materialismo ontológico coherente es sistemista emergentista, es decir, reconoce que todo lo real (tanto fáctico como conceptual) forma parte de un sistema o es un sistema, y a su vez que los sistemas tienden a poseer propiedades emergentes que sus componentes aislados no tienen. Postula también que todos los sistemas se relacionan con otros sistemas, a excepción del universo –ya que por definición, este es todo lo que existe-. (Para ampliar la concepción de sistemismo y materialismo, aquí pobremente explicada, pueden consultar el Tratado de Ontología de Mario Bunge o su obra Sistemas sociales y filosofía. Para una ver leves discusiones a la ontología bungeana, en especial sobre su concepción ontológica del espacio-tiempo, pueden consultar la obra del astrofísico Gustavo Romero).
 Para tener un materialismo coherente es necesario dividir la existencia en –por lo menos- dos categorías: existencia real y existencia conceptual. Solo la primera es propiamente real, por lo tanto material, mientras que la segunda son ficciones producto del cerebro; como ser: ideas, números, significados, etc.
En una ontología materialista no se admite la existencia fáctica de energías inmedibles e incomprobables propias del new-age y las religiones, como ser el “chi”, la energía de los “chakras”, la energía “pránica”, la energía “etérica”, el “aura”, el alma, fantasmas, fenómenos “psi”, etc. Siempre que se hablen de energías un escéptico deberá preguntar “¿Qué clase de energías? ¿Cómo las compruebo? ¿Cómo las mido?”, para descartar cualquier intento de atribuir esta palabra a misticismos irracionales inexistentes.  Tampoco se aceptan entes, seres, fenómenos o propiedades que no responden al mundo material y concreto, y que por lo tanto la evidencia de su existencia es nula, esto incluye “universos paralelos” o “dimensiones” indemostradas e indemostrables. En el materialismo no se aceptan ficciones supersticiosas que sirven como intento inviable de explicar lo incomprendido.
 Lo contrario a una ontología materialista puede ser una ontología idealista. Una ontología idealista da lugar a entes inmateriales como dioses y espíritus que no pueden ser cognoscibles ni objetiva ni empíricamente, lo cual para cualquiera que goce de un mínimo escepticismo, es disparatado. Sobre este aspecto hay una gran discusión. Principalmente, la de si se puede ser teísta y escéptico. La verdad, yo estoy del lado de los que no consideran que una visión teísta o religiosa propiamente dicha sea compatible con el escepticismo. Ya que los dioses son una afirmación extraordinaria que no posee evidencias extraordinarias. Por lo que entiendo como escepticismo, es algo totalmente contrario a cualquier religión, ya que además de que ninguna religión posee verdaderas evidencias para sus postulados, seguir ciertas creencias religiosas tradicionales conlleva necesariamente a la pseudociencia -por ejemplo, el creacionismo- y, en el caso de todas las religiones y teísmos, al dogma. Desde mi punto de vista, el escéptico debería de criticar la religión y las creencias espirituales irracionales a la par de la pseudociencia.  Un escéptico católico por ejemplo, es un oxímoron, ya que está negando buena parte de la ciencia en favor de creencias sin respaldo.  Ahora, con respecto al escepticismo y los teísmos: el panteísmo o el teísmo de Spinoza (en el cual se encuentran como seguidores personajes como Einstein) si pueden concordar con el escepticismo. Pero estos teísmos no son sino una manera disimulada de llamarse ateo. El teísmo de Spinoza considera a Dios como “la suma de todas las leyes del universo” algo que concuerda con el materialismo ontológico. Éste “Dios” no es más que un invento de Spinoza, una deformación del término, no es un verdadero teísmo. Al igual que el panteísmo, considerar a Dios como el universo también es algo materialista, y no es algo que concuerde con la definición de Dios como algo personal e inmaterial.
 Muchos escépticos no quieren tocar el tema de la religión y el teísmo por intereses demagógicos, si ellos se ponen críticos de la religión, van a perder seguidores religiosos que critican las pseudociencias. Esto a mi parecer es deplorable. Ya que no hay diferencia entre hacer eso y amigarse con la homeopatía y el psicoanálisis para ser más a la hora de combatir el posmodernismo o algún otro fraude.
Otro argumento muy falaz es del de por ejemplo decir: “Newton era religioso”. Nombrar científicos religiosos (o incluso otros escépticos famosos) no dice nada del escepticismo. Una cosa es ser científico y otra escéptico. Un científico puede comprar flores de Bach, rezar y leer a Rhonda Byrne creyéndole todo, y a la hora de trabajar aplicar el escepticismo metodológico. Ser científico no es lo mismo que ser escéptico. Es solo una falacia de autoridad, pero merece ser aclarado.
 También en esto entra otro gran problema: muchos critican esta visión diciendo que vuelve al escepticismo una secta, y que es inmoral dejar de lado a alguien de una definición por no cumplir un requisito, supuestamente dogmático. Esto es igual de absurdo que ofenderse por decir que un ateo Hare Krishna no es un verdadero ateo a pesar de que no cree en el Dios cristiano. Una persona que se hace llamar por el adjetivo de un movimiento intelectual debe ser consecuente con lo que dice estar de acuerdo, si dice aplicar el pensamiento crítico por no creer en la ufología pero cree en Visnú estamos evidentemente en presencia de un sesgo cognitivo de tamaños monumentales. En definitiva, como todo dentro del escepticismo, este es un punto abierto a discusiones.

 Gnoseología realista critica:
“No hay nada bello sino es lo verdadero; sólo lo verdadero merece amarse”.
Boileau


El escéptico racional sabe que la verdad puede conocerse y que hacerlo es importante, él mismo es un defensor de la verdad. Ésta es la diferencia principal con el escepticismo dogmático y radical que alega que nada puede conocerse o que no hay certezas de nada. De hecho tienen certeza de ello, por lo tanto están en una contradicción lógica. Lo mismo pasa con los relativistas, si “todo es relativo”[6] también su premisa es relativa y por lo tanto carece de sentido.  La gnoseología subjetivista y relativista es anticientífica, irrealista, irracional y falsa, una antítesis y enemiga de la objetividad buscada por el escepticismo racional y la ciencia.  Los subjetivistas y relativistas no dudan que  sí arrojamos un objeto al aire cae al suelo por la gravedad, que el sol saldrá todas las mañanas, o que sí dejan de comer se van a morir, solo dudan de lo que no entienden.  El escéptico posee una gnoseología realista porque sabe que la certeza y la verdad (provisional y refutable) existen y son posibles. Dejar de interesarse por la verdad es caer en lo más bajo de la condición humana, es ser un ente indiferente sobre el mundo que lo rodea y por lo tanto, perder todo lo interesante del vivir humano.  El conocer y conocerse es lo que más exalta la condición humana.  Es por eso que el escepticismo es tan importante para un humanismo secular completo.
 El escepticismo coherente a pesar de ser realista no es realista ingenuo, sino realista crítico. Esto es, asume que la verdad es perfectible y que el mundo no es como lo percibimos por nuestros sentidos, es decir: el mundo real independiente de seres que lo perciban no es ni frio, ni caliente, ni tiene colores, ni olores, ni sonidos hablando con el mayor grado de objetividad posible. Estas son solo ilusiones creadas por nuestros sentidos. El mundo captado por nuestros sentidos no es el mundo tal cual es, esto es bastante difícil de asumir cuando se pretende la mayor objetividad posible, aunque no es un límite a la objetividad sino un gran acercamiento a ella. Claro que la luz como fenómeno electromagnético existe, y que al rebotar en ciertos materiales refleja ciertas longitudes de onda que pueden ser percibidas por nuestros ojos, pero aun así los colores como los conocemos son ilusiones de nuestros sentidos producidas en nuestro cerebro, no existen más allá de seres que los perciban (queda claro que la luz como espectro electromagnético si existe más allá de quienes la perciben). Una buena muestra de que el mundo no es tal cual como lo percibimos es la existencia de espectros de luz invisible, como la infrarroja, que existe a pesar de que no podamos percibirla directamente (aunque si de modo indirecto). Tampoco existen los olores, si existen partículas dispersas en el aire, pero la sensación que nos producen es propiamente sensorial, las partículas en sí mismas no tienen olor como lo conocemos. Y sobre el sonido lo mismo, aunque a través del conocido dilema del “si un árbol cae y no hay nadie que lo escuche, ¿hace ruido?” se siguen presentando confusiones entre pensadores críticos que afirman que el ruido es evidente, cuando  no lo es.  Por ejemplo, el escéptico David Osorio publicó una entrada en sus blogs (en la que además desprecia a la filosofía) muy seguro de que el ruido al ser ondas que se propagan, el dilema se resuelve diciendo que sí hay ruido. El problema es un tanto más interesante que esto visto desde el realismo crítico, ya que nadie duda del hecho de que las ondas si se produzcan, el problema está en cómo se define ruido, si nos referimos con ruido a las ondas en sí si se produce, pero si nos referimos con ruido a nuestra percepción del ruido, y por ende, al ruido como lo conocemos en la vida cotidiana, claro es que no.  De todas formas Osorio aprovecho para hacer una crítica muy necesaria a los charlatanes que afirman que todo una construcción social o una ficción al estilo Matrix. Esto claramente es un delirio.
 Postular que el mundo no es tal cual lo percibimos no es para nada proponer que el mundo es una construcción social como afirma grandilocuente el charlatán de Bruno Latour (el que pasó vergüenza con el caso de la momia de Ramses). Si todo fuera una construcción social, las sociedades que construyen la realidad también serían una construcción social lo cual lleva a una contradicción lógica irremediable, ya que sería como construir un martillo usando ese mismo martillo. La realidad existe independientemente de quienes la perciban y de cómo la perciban.
 Otro punto del realismo crítico a tener en cuenta es la concepción gradual de la verdad y la objetividad, donde los grados máximos absolutos o son muy difíciles o no existen.  La posibilidad de la verdad fáctica absoluta es un problema filosófico muy interesante, me inclino por el momento a pensar que o no existe o es extremadamente difícil. Aun así el hecho de que no exista la verdad absoluta no quiere decir que la verdad no exista, si existe la verdad gradual, provisional y perfectible, y la ciencia es la mejor forma de acercarnos a ella en lo que refiere a sus campos de estudio. Esto nos da una enseñanza de humildad que nos lleva a revisar constantemente lo que atribuimos como cierto o verdad. Podemos estar equivocados, esto es algo que debe quedar claro para todo escéptico.

Honestidad intelectual:

“El hombre que no cambia de opinión es como agua estancada; engendra reptiles del espíritu” William Blake

 El objetivo del escepticismo debe ser siempre la búsqueda desinteresada de la verdad. Por esto es muy necesaria la honestidad intelectual. En el caso de que alguien que se proclame escéptico esté equivocado, debe reconocerlo y cambiar de opinión. No debe basarse en falacias conscientes o mentiras para ganar discusiones. Esto solo lo vuelve un dogmático arrogante.
 Queda así claro que para un escéptico la verdad es prioridad, y que en el momento en que esta entre en conflictos con sus creencias o preferencias personales, este debe dejar todo de lado para asumirla sin importar las consecuencias.  La verdad rebelada a través de los hechos y la razón es para todo hombre ilustrado la guía con la cual marcar el sendero de su intelecto. El hombre que rechaza los hechos por cualquier motivo personal, sea ideológico, religioso o de conveniencia ya sea económica o de otro tipo, no es digno de llamarse escéptico, ni tampoco moderno o ilustrado.  Mantener creencias personales inmunes a la crítica no es algo compatible con el escepticismo. La honestidad intelectual requiere el gran sacrificio de amar la verdad por sobre todo aspecto personal que interfiera su paso. Como también defenderla y difundirla siempre estando abierto a la crítica.

  Empirismo y Racionalismo moderado (racioempirismo):

El escéptico reconoce que el conocimiento progresa tanto con razonamientos lógicos como con la experiencia; todas las hipótesis fácticas se deben probar empíricamente con ayuda de la razón, y de esta forma se conoce su veracidad. El escepticismo viene a renacer el pensamiento ilustrado mediante el cual la humanidad se libera de las tinieblas mediante el uso de la razón.

 Cientificismo blando:

  El escepticismo valora la evidencia científica por sobre cualquier anécdota, opinión o superstición popular. Todo hecho factico se conoce mejor de manera científica. Para poder valorar la investigación científica correctamente, y diferenciar la ciencia de la pseudociencia, la protociencia, la ciencia fallida, la malaciencia, etc. es necesario entenderla, por lo tanto se necesita saber cómo se procede a realizar una investigación científica correctamente. Este punto genera necesariamente otro que es el de saber o interesarse por la ciencia y también por la filosofía de la ciencia y la epistemología. La epistemología es uno de los pilares del escepticismo ya que es la disciplina que se encarga –entre otras cosas- de clasificar el conocimiento, indispensable para saber diferenciar que es ciencia y que es pseudociencia.  Éste cientifismo es “blando” a diferencia del “duro” que exclama que el único conocimiento que vale es el científico. Esta premisa no es científica, sino filosófica,  así que el cientificismo duro es falso por su inconsistencia lógica. Además, el conocimiento de “en éste momento en mi heladera hay tomates”, puede ser verdadero sin ser científico. Los cientificistas duros se caracterizan por ser antifilosofía, y criticarla usando argumentos filosóficos. Un escéptico inteligente no cae en esta postura idiota, sabe que hay otros conocimientos que son válidos además del científico, pero en los campos de problemas y preguntas que la ciencia abarca, siempre las mejores respuestas proceden de la ciencia misma.
 También, como dicen Allan Sokal y Bricmont[7]: “Es perfectamente legítimo recurrir a la intuición o a la literatura para obtener algún tipo de comprensión, no científica, de aquellos aspectos de la experiencia humana que escapan al menos por el momento a un conocimiento más riguroso”. 

 Dudar de todo lo que merezca duda:

Se sabe que la duda es uno de los principales motores del escepticismo. Un escéptico debe dudar racionalmente de lo que se le plantee como verdad fáctica, y comprobar si se merece la etiqueta de “verdad”. Como ser noticias,  afirmaciones de gente con poderes paranormales, etc. Pero la duda debe ser guiada por la razón. Un escéptico no puede (y no tiene porque) dudar de todo, todo el tiempo, porqué sí. Por ejemplo, no le pedimos evidencia a un amigo nuestro que nos viene emocionado a contar que se besó con la chica que le gustaba, ni el escéptico más tedioso lo haría. La duda en el escepticismo científico es racional, no sistemática, y es lo que diferencia del escepticismo radical. Llevar la duda demasiado lejos puede enfermar psicológicamente, y no es una forma de construir conocimientos, sino de negarse a aceptarlos.

Buscar siempre la claridad

Lo ideal es expresarse siempre con claridad y rigor, evitar la oscuridad innecesaria, las vaguedades y las confusiones. Tanto para debatir como para redactar textos de escepticismo se recomienda buscar la mayor inteligibilidad y exactitud posible. La claridad es propia del pensamiento racional ilustrado, mientras que la oscuridad y confusión deliberada es propia de los charlatanes que buscan ocultar su falta de ideas y aparentar una intelectualidad que no tienen.
La primera señal para saber si verdaderamente entendimos algo, es que lo podemos explicar de forma clara, de forma que cualquiera lo pueda entender.

 Valorar la lógica y el buen debate:

 Para evaluar correctamente los argumentos y establecer un buen debate, algo esencial en el escepticismo, se necesita saber de lógica. El debate es esencial para contrastar ideas y ver cuáles son las mejores, para así poder adoptar las sometidas a análisis  y descartar las erróneas y refutadas.   Un ejemplo de lógica que siempre se debe tener en cuenta un escéptico es que “correlación no implica causalidad”.

 No aceptar ciegamente lo que provenga de la autoridad:

Condición necesaria si se entiende el punto anterior, pero que merece ser aclarado.  Las autoridades siempre se equivocaron y no son fuentes confiables de la verdad. El escepticismo evalúa la veracidad de los postulados más allá de quienes los presentan. La ciencia tiene esta premisa como lema, en cambio, la pseudociencia tiene como pilar fundamental el hecho de aceptar lo que dicen las autoridades. A saber, si un Nobel, científico o escéptico respetado en cualquier campo abala una pseudociencia, eso no la hace ni ser verdadera ni funcionar.

Siempre evitar el dogmatismo:

“Un escéptico es alguien que lejos de aceptar todo lo que le dicen, o lo primero que se le viene a la mente, duda. Si se trata de un nuevo dato, el escéptico echa un vistazo al modo en que fue obtenido, o incluso intenta reproducirlo; si se trata de una nueva generalización, busca contraejemplos; si se trata de un nuevo procedimiento, revisa su eficacia; si se trata de una norma de conducta, examina tanto su compatibilidad con otros principios como la consecuencia de su aplicación, etc. En cambio el dogmático se aferra a lo que considera sabiduría heredada infalible. En resumen, la marca distintiva del escéptico es el escrutinio, en tanto la del dogmático es una aceptación ciega e un igualmente ciego rechazo” Mario Bunge. 

Un dogma es una supuesta verdad sagrada no sujeta a revisión, que no necesita justificación racional, que no puede ser criticada, y en el caso de ser criticada correctamente, no se la abandona. Para el escepticismo no hay verdades sagradas, sino provisionales, cuestionables y refutables, todo lo que el escepticismo propone debe ser justificado. Caer en el dogmatismo es casi el peor error de cualquier persona, algo digno de falta de inteligencia. El escéptico debe tomar el camino opuesto.

Contrastar información:

Siempre que se presenta una información como cierta, un escéptico debe buscar un contraejemplo (si es una generalización), una refutación o una crítica. Es importante contrastar la información que se nos brinda, escuchar “las dos campanas”, y así poder analizar y discernir con ayuda de un agudo pensamiento crítico y la investigación que se requiera que postura es la correcta.  Es importantísimo para el escéptico realizar investigaciones profundas y evitar sesgos, el rigor investigativo debe ser una de las más grandes virtudes del que se proclame escéptico.

 Combatir la pseudociencia y la superstición:


Punto básico del escepticismo. La pseudociencia es dogmática y por ser tal, no pudo demostrarse como verdadera. Si no pudo ser probada como verdadera y se defiende como tal sacando provecho de los que se la creen, es inevitablemente un fraude. Un escéptico debe aprender a diferenciar las pseudociencias y combatirlas, siempre con buenos argumentos y honestidad intelectual.  Este punto está muy vinculado a la ética, la pseudociencia es abiertamente inmoral y el acto de combatirla es un acto moral.

 
Cuestionar tanto como las pseudociencias y los fraudes espirituales, los embustes del posmodernismo filosófico:

   El posmodernismo filosófico no es un mal menor, es igual o peor que las pseudociencias y en muchas ocasiones su sustento filosófico. Por ejemplo, las grandes bases del new-age actualmente tienen origen en el pensamiento posmoderno.
 El posmodernismo es totalmente antagónico a todo lo que busca el escepticismo racional: es anticientífico, antihumanista, irracionalista –por lo tanto dogmático-, oscuro y ambiguo,  antiprogresista, relativista, irrealista, etc. Es necesario conocerlo y tener las herramientas conceptuales de la filosofía analítica para criticarlo y refutarlo.

Humanismo secular


Muchos escépticos renegarían del hecho de atribuir una ética al escepticismo, sin embargo yo sostengo que el escepticismo está íntimamente relacionado con la ética del humanismo secular, es más, sostengo que el humanismo secular y el escepticismo están completa e íntimamente relacionados.
  El escepticismo tiene dos vertientes; el escepticismo militante y el escepticismo personal. Me gustaría hacer un cierto elogio del primero ya que este expone su esencia humanista. En cambio el escéptico personal no está verdaderamente comprometido con el escepticismo, el escéptico antisocial que se guarda sus dudas únicamente para sí de modo ultraindividualista no forma verdaderamente parte del movimiento escéptico. Un escéptico militante es el que se preocupa por la verdad y trata de defenderla y difundirla, siempre mediante medios intelectuales (revistas, blogs, charlas, debates, etc.). La importancia de proteger lo que se considera verdad es absolutamente ética, un verdadero escéptico se preocupa por lo que la sociedad considera como cierto (a diferencia de los posmodernos a los que todo les da igual) porque sabe que los errores y las mentiras son peligrosas para el resto. La verdad es realmente importante, si hubiera mayores escépticos militantes el negacionismo del SIDA y de la vacunación no se hubiera llevado tantas víctimas. Ni estafas como el psicoanálisis, Herbalife y los libros Depaak Chopra tanto dinero. Los errores en cualquier aspecto pueden llevar a todo tipo de consecuencias negativas, desde daños económicos hasta la muerte. La estupidez humana es muy peligrosa, tanto como para acabar con nuestra especie (y todas las demás). Como dice Tabori “La estupidez es el arma más destructiva del hombre, su más devastadora epidemia, su lujo más costoso”. Cualquier persona con un poco de moral sabe que una persona equivocada merece ser educada y corregida. Siempre y cuando, esto se practique con cierta paciencia, respeto -en los casos en que se los merezcan- y honestidad intelectual.
  Así también me gustaría elogiar al escepticismo que no se cierra en las cuestiones más inofensivas  del pensamiento irracional, como ser los fenómenos OVNIS o las pseudociencias como el reiki y la astrología, sino que ataca las pseudociencias que más dañan a la sociedad: las pseudociencias sociales como las escuelas libertarianas de economía (la Escuela de Chicago y la Escuela Austriaca por ejemplo) y las pseudociencias sociales en las que se basan las políticas de derecha, ya que éstas, junto con las pseudociencias de la salud, presentan un peligro aún mayor al bienestar de la sociedad. Escepticismo es humanismo.

Estas son solo algunas características del pensamiento escéptico. Un desarrollo más completo y conciso llevaría varias páginas, el cual, tal vez quede para otra ocasión.
  Con estos requisitos, se puede deducir que el escepticismo racional es
una postura filosófica y un movimiento intelectual en la cual se cuestionan las afirmaciones carentes de pruebas suficientes, que se opone a las pseudociencias,  pseudofilosofías y toda creencia que vaya contra la evidencia empírica, el racionamiento lógico y el conocimiento científico. Un escéptico evalúa cualquier afirmación basándose en la evidencia, la verificabilidad, falsabilidad, reproducibilidad, el sentido lógico y el consenso científico, en lugar de aceptar afirmaciones o teorías basadas en fe, anécdotas dudosas, fuentes poco veraces o confiar en  hechos/afirmaciones infalsables  incomprobables, autoridades o dogmas.
 El escepticismo es una sana y necesaria rebeldía, la rebeldía del que duda contra el que adoctrina y engaña. Una sólida inteligencia debe apoyarse siempre en la incredulidad, sostengo que el escepticismo es la forma más refinada de incredulidad, y una de las formas más inteligentes de rebeldía.  









[1] Termino que refiere a noticias falsas, inventadas.
[2] A pesar de su postura antifilosófica expuesta en frases rimbombantes como “la filosofía ha muerto”, Hawking se declaró positivista, lo que termina por demostrar que no tiene ni idea de filosofía
[3] Ideada por Christofher Hitchens
[4] Ideada por David Hume, y erróneamente atribuida a Carl Sagan.
[5] Ideada por Guillermo de Ockahm.
[6] Hay muchos incultos que creen que la teoría de la Relatividad de Einstein prueba que “todo es relativo”. Una muy graciosa confusión. Las teorías de la relatividad tratan sobre velocidades cercanas a la de la luz, efectos de la masa, el espacio-tiempo y una serie de temas muy complejos que nada tiene que ver con éste disparate filosófico.  
[7]En Imposturas Intelectuales