martes, 24 de noviembre de 2015

Pensadores críticos: ¿Defensores del pensamiento único y dueños de la verdad?

 Por lo general, los defensores del pensamiento crítico estamos acostumbrados a leer cosas como: “nadie es dueño de la verdad” y “nadie tiene la verdad absoluta”. También, suele acosársenos de querer imponer un “pensamiento único”.  Los que estén acostumbrados a debatir ideas mediante la argumentación lógica y la evidencia seguro sabrán bien de lo que hablo. A continuación pasaré a analizar estos recursos de contra-debate y anti-argumentación:

  Que “nadie es dueño de la verdad” es completamente cierto,  como también, absolutamente obvio. Nadie es dueño de la verdad porque la verdad no es una “cosa” que pueda “tenerse”, sino un atributo de ciertos enunciados (el atributo de adecuación o correspondencia más aproximada de una proposición con la realidad, y en el caso de verdades formales, el atributo de consistencia lógica). Ser “dueño de la verdad”, como entienden los que utilizan éste término, significaría algo así como como creer tener la razón en todo, o en algunos casos la verdad absoluta sobre algo. Esto es una falacia non sequitur; ya que tener la razón sobre algo no implica ni tener razón en todo –cosa imposible-, ni tener la verdad “absoluta”, sea lo que fuese. Incluso detrás de la frase parece haber una insinuación de que existe una verdad única aplicable a todo, y esta idea como sabemos, o por lo menos deberíamos saber, es absurda y está de más aclarar. ¿Por qué se utiliza entonces ésta frase?  Por lo general, suele usarse por gente dogmática que no quiere darle al otro la razón cuando este demostró tenerla, o que simplemente evita el debate por su incapacidad de pensar críticamente y poner sus ideas en tela de juicio. Diciendo esto creen salvarse de forma muy fácil de aceptar sus errores y ceder ante la crítica para reformular sus ideas.  Nadie es dueño de la verdad, pero si hay gente que puede tener razón y decir la verdad, como también hay gente que puede estar equivocada y mentir.  Si yo digo algo como que Italia es la capital de Francia y alguien me refuta, sería para cualquier persona totalmente ridículo que le dijera que “nadie es dueño de la verdad” intentando así salvarme de su corrección. Sin embargo la frase pasa desapercibida y suele tomarse en serio cuando el tema es algo más complejo. El razonamiento y el uso es el mismo, la frase es una falacia (me gustaría patentarla: “Falacia del dueño de la verdad”)  que sirve para escudarse tras una aparente incertidumbre –muy generalmente- ficticia y poder así evitar cualquier  retractación o debate. Es asombroso que exista gente que crea que con una frase tan obvia, simple, tonta y vulgar puedan proteger sus dogmas de la crítica. Si alguien dice la verdad y la defiende con evidencias y argumentos, es inaudito que a éste se le acuse estigmatizantemente de creerse dueño de la verdad. Esto habla muy mal del acusador, demuestra que es irrealista, deshonesto, incapaz de reflexionar sobre lo que considera cierto, de argumentar, de debatir y de cambiar sus ideas cuando es necesario.  Sin embargo es importante tener en cuenta que ésta frase suele usarse también como referencia al dogmatismo que tanto acabo de criticar, creerse ser “dueño de la verdad” puede significar creer tener “una verdad” que es irrefutable e inmune a las evidencias y a los argumentos. Debo decir, que usar la frase  de ese modo  no está mal, pero de todos modos raras veces es utilizada de esta forma.
  
   Que “nadie tiene la verdad absoluta” parece ser parcialmente cierto, si es que con esto se refieren a que nadie puede enunciar una verdad absoluta (aunque el concepto de “verdad absoluta” es muy vago). Si con verdades absolutas se quieren referir a verdades irrefutables, tienen razón parcialmente, ya que las verdades formales si son irrefutables. Sin embargo, las verdades fácticas, en sentido estricto, son solo aproximadas, graduales y perfectibles. La gnoseología que postula esto se conoce como realismo crítico, filosofía inherente a la ciencia, ya que los cuerpos de conocimientos científicos están en constante perfeccionamiento. La postura que considera la existencia de verdades absolutas se conoce como realismo ingenuo ya que es un tanto osado e ingenuo pretender que nuestro conocimiento, aun cuando si puede ser bastante exacto, es perfecto. Realmente no podemos saber si nuestro conocimiento, por ejemplo, nuestras leyes físicas van a operar de igual modo por toda la eternidad en todos los rincones del universo, ni tenemos teorías perfectas que expliquen sin ningún tipo de hueco algún fenómeno, ya que esto implicaría tener teorías perfectas para cada tema que subyace a tal fenómeno, y comprobar inequívocamente hipótesis para las cuales aún no contamos con los medios. Esto no quiere decir que no existan certezas y verdades fácticas. Nadie duda que cierto grado de verdad y de certeza exista. Incluso existen grados se certeza muy altos, como que la velocidad de la luz es de 299 792 458 m/s (y cualquiera lo puede comprobar mediante uno o varios experimentos), que la evolución es un hecho o que las leyes de la termodinámica, por lo que conocemos, son inviolables (a pesar de los creyentes en el fraude de la “energía libre”). Como también,  sabemos que es verdad que mirar el sol daña los ojos o que si nos cortamos la cabeza moriremos. Todos sostenemos la existencia de verdades constantemente. Si nos acusan de un delito que no cometimos, y exponemos las razones que demuestran nuestra inocencia, inevitablemente nos gustaría que tales verdades fueran tomadas como lo que son -definitivamente en esa situación no nos pondríamos a relativizar-. La frase coquetea oportunista con gnoseologías irrealistas como el subjetivismo y el relativismo, y la intención de su uso por lo general suele ser idéntica a la de la anterior: un recurso escapista para seguir sosteniendo dogmáticamente posturas demostradas falsas. Con respecto al relativismo (filosófico), podríamos considerarlo  con alto grado de certeza una postura falsa, ya que si creemos realmente que “todo es relativo”,  consideramos a esta premisa también como relativa, y como lo relativo es relativo con respecto a algo, esta sería relativa a algo relativo, y así ad infinitum. La postura es completamente insostenible. Si todo fuese relativo no existirá nada concreto respecto de lo cual pudiese ser relativo, ni su premisa misma. Si el relativismo fuera cierto, no podría serlo, ya que afirma que nada es -realmente- cierto. Es una postura tan inconsistente que se autorefuta. A menudo los relativistas creen que el relativismo fue demostrado por la teoría de la relatividad de Einstein, esto es realmente cómico, demuestra que no tienen absoluta idea de nada.  Es claro que existen cosas relativas, pero relativas a algo (como la gravedad, que es relativa a la masa). El abuso del término “es relativo” suele ignorar por completo esto, y la palabra relativo es usada indiscriminadamente como maquillaje de la ignorancia y como muestra de debilidad para sostener certezas y defender ideas. El relativismo también suele ser relacionado con el subjetivismo, ya que son idénticas en su (im)postura de odio a la verdad, y desde ya, ambas posturas son extremadamente falsas. Existen cosas relativas, subjetivas y objetivas. Si realmente todo fuese subjetivo, esta premisa también sería subjetiva, y por lo tanto no tendría valor como para ser defendida, y por otro lado, si la premisa fuera cierta y todos se pondrían de acuerdo en ello la volverían objetiva y se autorefutaría[1]. Si -como afirman los relativistas y subjetivistas- todas las proposiciones son igual de validas, la proposición “no todas las proposiciones son igual de válidas” seria valida, cosa que es un grave problema lógico para los relativistas. Los relativistas ante esto nos dirán “la lógica no es válida”, a lo que se le puede responder “si es universalmente válida”, cosa que los relativistas fieles a su postura no podrían discutir.
   No existen ni el relativismo ni el subjetivismo consecuente, son poses, los llamados relativistas y subjetivistas son en su totalidad, unos hipócritas. Sabemos que es cierto/verdad que comer alimentos descompuestos, o no comer en absoluto nos puede enfermar y matar y por eso lo evitamos (a pesar de que curiosamente exista la impostora doctrina del respiracionismo, basada en el engaño y la credulidad de espectadores pusilánimes). También sabemos que es cierto/verdad que  si no seguimos indicaciones médicas en el caso de necesitarlas, corremos el riesgo de empeorar y morir. Si podemos, como Bergson, darnos el tonto gusto de dudar de la teoría de la relatividad de Einstein por no comprenderla, también podemos por momentos presumir de nuestro supuesto relativismo filosófico exhibiendo cuando nos conviene un discurso tanto excéntrico como falso. Pero realmente vivir creyendo que ningún tipo de verdad existe y que realmente todo es relativo,  solo es una fantasía inverosímil. El relativismo y el subjetivismo, como todo el irrealismo del pensamiento mágico y del pensamiento débil, jamás hicieron nada positivo por la civilización humana. Si el relativismo/subjetivismo hubiese sido la gnoseología imperante durante la historia, no existiría ni la ciencia, ni la tecnología, ni la justicia. No podríamos haber erradicado jamás las pestes que nos diezmaban, ni podríamos haber explorado el espacio, ni entender la luz o la gravedad, ni fabricar anteojos para la gente que los necesita, ni sobrevivir a la adversidad de la naturaleza, ni entender nuestra fisiología para prevenir enfermedades, ni manejar la agricultura para alimentarnos, ni elaborar éticas sobre las cuales sostener el progreso humano, ni nada en absoluto. Todo lo positivo con lo que contamos se debe al intento de comprender la realidad de forma objetiva, no a nuestros caprichos y ocurrencias personales de cómo esta funciona. Por esto, la frase es tan ingenua y deshonesta como las anteriores.
 
  Tanto como estas frases prefabricadas, veo constantemente que los que intentan argumentar mediante la lógica y los hechos son acusados de querer imponer un “pensamiento único”. O sea, pensar que el mundo existe más allá de lo que nosotros creamos sobre él, que se lo puede conocer,  que ciertas formas de conocerlo nos dan una garantía de certeza y que esas certezas pueden ser defendidas es, según ellos, querer imponer un pensamiento único.  Básicamente, lo que intentan decirnos es que defender la verdad es querer imponer un pensamiento único, y si hay una señal de una sociedad enferma, es la aversión y el miedo a la verdad. Acusar de querer imponer un pensamiento único a alguien que tiene argumentos y evidencias que respaldan algo que dice es (como en el caso de las frases anteriores) el colmo de la terquedad, el dogmatismo, el irrealismo y el irracionalismo. Los pensadores críticos no buscan “imponer” un pensamiento único, defienden el pensamiento racional-empírico y la existencia de verdades o hechos determinados que es muy diferente. Hay que notar la diferencia entre defender una idea e imponerla. El hecho de imponer algo sea lo que fuese suele ser en la mayoría de los casos algo inmoral (no en todos, por ejemplo, en el caso de imponerle un tratamiento psiquiátrico a una persona peligrosa para la sociedad).  Por lo que imponer un “pensamiento único” obviamente no es algo defendible. Incluso defender una concepción única sobre algunas cuestiones es en muchos casos imposible, innecesario, inmoral e irracional, como en el caso de ciertas costumbres o gustos inofensivos (sería totalmente disparatado querer defender la implementación de un solo modo de vestir, o de un gusto único por determinado estilo musical, por ejemplo). El pensamiento crítico no es para nada imponer un pensamiento único, sino pensar por uno mismo, pero pensar bien, es decir, pensar racionalmente y teniendo en cuenta la evidencia que muestran los hechos. Si los pensadores críticos poseen ideas similares sobre determinados temas, es porque basan sus opiniones en argumentos y evidencias, y no en lo primero que se les ocurra, que suene bien o que sea agradable para ellos mismos. Si gran parte de los pensadores críticos poseen algunas similitudes en sus opiniones, como por ejemplo en que la astrología, el psicoanálisis, el respiracionismo, el reiki, las religiones y el relativismo cultural son falsos y perniciosos no es porque se hayan puesto de acuerdo en sostener tales ideas e “imponerlas” –difundirlas mediante argumentos, en realidad- al resto, sino que la mayor parte de los pensadores críticos llegan a tales conclusiones porque es lo que la evidencia dice al respecto. Cuando al filósofo Bertrand Russell le preguntaron cuál sería su mensaje para las futuras generaciones, respondió que su mensaje intelectual seria “… n
unca te dejes desviar, ya sea por lo que deseas creer o por lo que crees que te traería beneficio si fuera creído, observa únicamente cuales son los hechos”, pues esa es la base del pensamiento crítico, y como la realidad no es múltiple, la verdad tampoco lo es. De todos modos, es totalmente falso que los pensadores críticos piensen todos de igual manera, basta ver un foro de pensadores críticos para notar su pasión por el debate y la confrontación de ideas entre ellos.
 
   
Es evidente que la supuesta “defensa del pensamiento único” es un manotazo de ahogado por fabricar un hombre de paja y atacar en nombre del subjetivismo o el relativismo a los que defienden la existencia de un hecho o alguna verdad aunque sea con evidencia y argumentos.  Parecen creer, que da igual cualquier idea que uno pueda tener acerca de algo, ya que lo importante es la pluralidad ante todo. Esto es absolutamente ingenuo e irrealista. La pluralidad ciega jamás será más valiosa que la verdad demostrable. A ellos parece darles igual que algunos piensen que vacunar está mal (pese que la anti-vacunación causa el rebrote de muchas enfermedades evitables que terminan por matar o destruir la vida digna de cientos de personas), que da igual destruir el ecosistema o no,  que da igual matar o no, ya que darse cuenta y defender la inmoralidad, la falsedad o la irracionalidad de tales acciones seria querer “imponer un pensamiento único”. 2+2 no vendría a ser 4, sino lo que cada uno crea que es,  ya que lo importante es la pluralidad. Si esta forma de pensar -mejor dicho, de no pensar- se implementara solo nos llevaría a un primitivismo que destruiría la civilización humana. Sobre algunas cuestiones la pluralidad no es para nada positiva, en el campo del arte y su apreciación, en ciertas costumbres y gustos inofensivos, etc. la pluralidad es necesaria, pero en cuestiones del mundo real y como lo entendemos (incluyendo a las personas y sociedades), la pluralidad bruta no tiene ninguna ventaja sobre la verdad comprobable y la objetividad. Que haya pluralidad de puntos de vista sobre un fenómeno significa inevitablemente por el principio lógico de no-contradicción, que la mayoría son falsos. Por ejemplo, cada uno puede tener su hipótesis sobre el origen del hombre y aceptarla como un hecho, pero la teoría evolutiva seguirá siendo cierta y esto lo indican todas las evidencias disponibles, quiéranlo o no (la evolución es una de las teorías científicas con más grado de confirmación). Pensar que existe una verdad objetiva por la que luchar y que ésta es más valiosa que una demagógica apreciación de la pluralidad de puntos de vista –por más erróneos y estúpidos que sean- no es para nada fascista como muchos acusaran, sino todo lo contrario. Si hay característica del fascismo es el desinterés por la verdad y su hincapié en lo emocional e irracional, cosa a la que apelan tales relativistas.  George Orwell mostró que la negación de la verdad es una característica del fascismo en su magnífica novela 1984: “Su filosofía negaba no solo la validez de la experiencia, sino que existiera realidad externa. La mayor de la herejía era el sentido común. Y lo más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudiera tener razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos son efectivamente cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. (…) El Partido os decía que negaseis la evidencia. (…) La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados”.

 El origen del relativismo parece provenir, en gran parte, de una reacción frente al colonialismo genocida del siglo XV. Según el razonamiento de los relativistas, si los europeos al llegar a América hubiesen tomado una postura relativista, no hubiera existido la masacre que ocurrió. Sin embargo esto parte de un razonamiento exageramente malo,  ya que si en verdad los colonizadores fuesen relativistas, destruir o no destruir las civilizaciones originarias seria relativo, por lo tanto, si quisieran hacerlo lo hubieran hecho sin ninguna dificultad moral. Esto demuestra que si lo que queremos es el bien común, para lograrlo el camino no es relativizar sino comportarnos moralmente a partir de una ética desarrollada, racional y consistente como lo es el humanismo secular. El relativismo no lleva a la tolerancia, en realidad, no lleva a nada puesto que es una postura sumamente impracticable. Lo que lleva a la tolerancia es la razón, cosa que carecía tanto en los brutales aztecas como en los, para nada ilustrados, europeos del siglo XV. El relativismo al atentar contra esta, y al no privilegiar una ética por sobre otra, hace más daño que beneficio a su causa de origen. Y es sumamente necesario aclarar, que aquí me refiero al relativismo epistemológico y moral, no al relativismo cultural utilizado en antropología para el estudio de las diversas culturas, cosa muy diferente.
   El relativismo y el posmodernismo en general, aunque busca aparentar ser de izquierda y progresista, es en realidad una fiel amante de la derecha neoliberal, del conservadurismo y del primitivismo retrograda new-age. Si nada es real, si no existe la verdad, si todo vale, no hay razones para luchar por un mundo más justo, más igualitario, más digno, o por una economía basada en la evidencia científica y la ética (cosa que temen los neoliberales, por lo que se esconden tras sus axiomas praxiológicos). La salud pública puede ser tranquilamente desmantelada, ya que da igual curarse en un sanatorio privado o visitar al chaman del barrio. Da igual parir en un hospital con todos los cuidados y precauciones, que parir en casa corriendo el riesgo de morir por infecciones u otro tipo de complicaciones (la idea del descuidado parto en casa es una de las tantas ideas peligrosísimas del new-age y el posmodernismo anticientífico[2]). Da igual comer sano todos los días en un restaurant caro o comer de la basura. Si todo depende “del discurso”, la pobreza es exactamente igual que la riqueza, y cualquier intento de poner en duda esto sería imponer un pensamiento único. Si cada cultura es equivalente y si el relativismo cultural que defienden los posmodernos es correcto, podemos mirar hacia otro y no sentir culpa por todos los problemas culturales que existen en Oriente, donde los musulmanes tratan a las mujeres como escoria mientras lapidan homosexuales y destruyen sitios históricos como museos del antiguo Egipto, para ellos esto sería simplemente otra cultura igualmente valida e injuzgable. Foucault, uno de los mayores representantes del posmodernismo, es un excelente ejemplo de como este movimiento aunque aparenta ser radical y de izquierda tranza con el más extremo fascismo. Foucault mientras se volvía ídolo de la izquierda francesa apoyaba la subida al poder del Ayatolá Jomeini en Iran, quien instauró un golpe teocrático y una durísima ley islámica que, entre otras cosas, favorecía el terrorismo.
 Para colmo, los defensores del pensamiento débil son excelentes aliados de la iglesia católica, ya que si “todo es relativo” da igual enseñar evolución o creacionismo en las escuelas (idea defendida por el posmoderno Feyerabend), da igual legalizar o prohibir el aborto, da igual dar anticonceptivos o no darlos. Y bajo la mirada del relativismo, el ateísmo y la crítica a la religión es, claramente, “querer imponer un pensamiento único” y “sostener la hegemonía del pensamiento científico”. Definitivamente lo más triste que le pasó a la izquierda, además del impacto de revolucionarios improvisados y violentos y del fascismo comunista chino y soviético –falsamente socialistas-, es la influencia toxica de las ideas posmodernas. Alan Sokal y Bricmont lo explican en su excelente libro Imposturas Intelectuales:
  “Por último, para todos los que nos identificamos con la izquierda política, el posmodernismo tiene especiales consecuencias negativas. En primer lugar, el enfoque extremo en el lenguaje y el elitismo vinculado al uso de una jerga pretenciosa contribuyen a encerrar a los intelectuales en debates estériles y a aislarlos de los movimientos sociales que tienen lugar fuera de su torre de marfil. Cuando a los estudiantes progresistas que llegan a los campus norteamericanos se les enseña que lo más radical -incluso políticamente- es adoptar una actitud de escepticismo integral y sumergirse por completo en el análisis textual, se les hace malgastar una energía que podrían dedicar fructíferamente a la actividad investigadora y organizativa. En segundo lugar, la persistencia de ideas confusas y de discursos oscuros en determinados sectores de la izquierda tiende a desacreditarla en bloque; y la derecha no pasa por alto la oportunidad para utilizar demagógicamente esta conexión”.

      Otro gran “logro” del posmodernismo, con su relativismo exagerado y su dogmática antimodernidad, es servir de base filosófica para el movimiento pseudocientífico, retrogrado y supersticioso por excelencia, el New-age. El new-age es la cumbre del pensamiento débil, uno de los movimientos más nocivos y estúpidos que jamás existieron –ver la “ley de atracción” de Rhonda Byrne, por ejemplo, una gran estrategia new-age de engaño conservador, conformista y supersticioso-. Enaltece cualquier tipo de superstición y se opone a cualquier beneficio de la modernidad, al igual que el posmodernismo. Ya es tiempo de que una nueva ilustración destierre ambas modas anti-intelectuales, este debe ser uno de los más importantes objetivos del movimiento escéptico (me refiero claro, al escepticismo racional o científico). Al oír la palabra Ilustración los posmodernos se tensan, asustan y preocupan, la razón, la ciencia y el pensamiento  crítico son sus más fervientes enemigos,  y por esta razón recurren a echarle la culpa de todos los males incluyendo el holocausto nazi.
Por ejemplo, según Theodor Adorno y Max Horkheimer el nazismo es una consecuencia de la ilustración, está de más, me parece, hacer demasiado hincapié en la refutación de tal mediocre tesis. Basta aquí decir, que el nazismo hallaba su inspiración en teorías puramente irracionales como el nacionalismo y el ocultismo, que se basó, en parte, en ideas de Nietzsche (crítico de la ilustración), que Heidegger –ídolo del posmodernismo y el nazismo- era irracionalista y miembro del partido nazi, que los nazis amaban la pseudociencia (teorías de raza aria e incluso el psicoanálisis, el cual usaban para “curar la homosexualidad”, por ejemplo), etc. Y que en cambio, el iluminismo combatía el abuso de poder, defendía la razón, la ciencia, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la tolerancia, los derechos humanos y demás. Este esperpento de  tesis pareciera ser más una apología del nazismo que otra cosa. Sin embargo es muy popular e incluso la escuché nombrar en plena clase a un profesor de Historia de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, el cual para defenderla, recurrió a la dialéctica[3], con la que uno puede defender lo que se le ocurra, ya que no hay concepto más oscuro e inútil.
 
Para los relativistas la razón es una dictadura, lo que equivale a decir que las dictaduras son racionales, cosa que es más una defensa al fascismo que otra cosa. Si los relativistas son consecuentes con su premisa de que “todo vale” ¿por qué el nazismo no debería de valer?
   El pensamiento crítico tiene como base sospechar de cualquier autoridad y negarle el poder por ser tal, es la más sofisticada forma de subversión. El pensamiento fascista es una consecuencia del pensamiento débil, ya que los que no pueden tener un pensamiento firme y crítico son los que necesitan de una suprema autoridad, sea un Dios ficticio o un dictador humano, que los dirija violando todos los valores en los que ellos no creen. El pensamiento débil es el fascismo.    

    Los delirios traídos por el pensamiento débil (relativismo, subjetivismo, etc.) son tan populares porque, además de ser fáciles para aparentar intelectualidad, son particularmente demagógicos. A la gente le siente bien que se le diga que su estupidez no es tan grave, que lo malo es la inteligencia. Que critiquen sin ninguna solidez el conocimiento científico, ya que aprenderse sus grandilocuentes frases es fácil, y con esto creen que no es necesario estudiar ciencias para aparentar que saben sobre ellas. Que le digan que nunca están en lo incorrecto, sino que son “diferentes puntos de vista igualmente validos”. Esa demagogia nauseabunda es lo que lo hace tan popular en los sectores no ilustrados. En cambio, el pensamiento crítico no suele ser demagógico; todos conocerán disputas entre conocidos científicos o librepensadores contra los poderes y convenciones sociales de la época, por ejemplo, con la teoría de la evolución propuesta por Darwin.  A pocos pareció gustarle que se demostrara una relación entre nosotros y el resto de los animales –cosa que actualmente a muchos, tontamente, les sigue pereciendo denigrante-, o que no éramos el centro del universo. También las críticas a la religión y al teísmo por parte de algunos científicos y filósofos críticos influyeron de gran manera, ya que la religión siempre fue el mejor estimulante de estupidez reaccionaria contra el avance de la inteligencia.  A muchos de estos les hubiera gustado que se les diga que aquellos hechos y argumentos eran relativos, que lo que ellos pensaran sobre el tema estaría bien, que son puntos de vista igualmente válidos y aquel pensamiento crítico o científico era hegemónico, homogeneizador, “positivista” (aunque no sepan que significa), occidentalista, reduccionista, etnocentrista, eurocentrista etc. y que no deberían darle importancia alguna. A pesar de que es preferible vivir rodeado de verdades incomodas que de bonitas ilusiones, para muchos es mejor persistir en los delirios antropocentristas que insistir en alcanzar un análisis de la realidad de forma objetiva. Éste antropocentrismo primitivo, enaltecido por la filosofía romántica, que considera a la verdad científica como corrosiva de la dignidad, y no como un medio para elevarla, lamentablemente siempre palpitará en una sociedad rica en un egocentrismo ciego, donde abundan individuos que creen que la verdad es algo democratizable (“si muchos están de acuerdo es porque es cierto”), o incluso, que la verdad no importa sino “mi opinión” o la pluralidad bruta. He ahí, en parte, la popularidad del pensamiento débil.

  Sobre esto surge una serie de interesantes preguntas: ¿Qué es lo que mantiene al ser humano en tal desinterés por la verdad, a tal desprecio por la realidad? ¿Por qué la gente elige pensar de forma superficial, tosca y bruta? ¿Qué es lo que lleva al ser humano a tal indiferencia? Supongo que hay varios factores. Para empezar, pensar racionalmente conlleva un gran esfuerzo, y el primer gran esfuerzo que muchos prefieren evitar, es el de cuestionarse constantemente todo lo que se da por cierto. Lo cierto es que nuestra sociedad esta aun hoy esclava de las formas arcaicas de pensamiento, y la vigencia de las religiones lo demuestra. Una religión es en sí una navaja en el cuello del librepensar. Una mentalidad sumisa de una religión tendrá siempre un límite, un muro el cual no podrán atravesar, una serie de dogmas que les impedirá llevar su vida intelectual más allá de lo que por pura sugestión da por cierto. Considero a las religiones como una de las principales resistencias hacía el surgimiento de una sociedad libre basada en el profundo desarrollo de una intelectualidad escéptica, que permita al humano alcanzar la mayor comprensión sobre sí mismo y sobre lo que lo rodea, de modo que transite en el mejor sendero hacia la verdad. Esta sociedad es la que realmente conseguirá traernos bienestar[4], y por lo tanto libertad y la dignidad humana a su más alto potencial, cosa imposible de llevar a cabo si aceptamos las tentaciones de los profetas religiosos y posmodernos, que buscan desechar toda búsqueda de la verdad. Claro que sería totalmente reduccionista culpar solamente a las religiones por limitar el desarrollo intelectual. Y claro, no solamente las religiones son muestra de que la cultura moderna convive con la primitiva, también lo son las guerras, el chauvinismo nacionalista, las formas de gobierno autoritarias, las supersticiones, la cacería, las sectas, los espectáculos de tortura como la tauromaquia, etc. Otro factor que lleva a las personas hacia el desinterés por la investigación critica como búsqueda de la verdad, es la simple haraganería. La cultura actual posee tanto entretenimiento fácil, que pocos son los que mantienen vivo el espíritu crítico de pensamiento e investigación. Ya que mantener la curiosidad, buscar rigor, analizar la información y contrastarla conlleva un gran esfuerzo -como también un gran placer-. No solo eso, la investigación crítica conlleva una serie de frustraciones que llevan a uno a desechar muchísimas ideas consideradas anteriormente ciertas, cosa que a la mayoría le cuesta enormemente.  Aferrarse a las ideas de forma emocional y no racional es otro factor que mantiene a las personas lejos del interés por la verdad.

  Con tantas muestras de lo lejos que puede llegar la confusión del hombre, como ser: rebrote intencional de enfermedades erradicadas (¡gracias antivacunas!), muertes por oposición a la medicina por posturas místicas o religiosas –como el caso de los Testigos de Jehová y la transfusión de sangre-, suicidios y mutilaciones sectarias, teorías de raza aria, misoginia y homofobia religiosa, etc. Lo más inmoral y estúpido a lo que éste puede incurrir es a negarse la capacidad de conocimiento objetivo. Cosa que es básicamente, volverlo a sumergir en la oscuridad del primitivismo harto deshumanizante. Si hay algo que volvió la vida de los hombres disfrutable, es el sentido de objetividad. Los subjetivistas lo que buscan  es destruir la civilización. Defender insistentemente el pensamiento crítico por sobre los delirios retrógrados del subjetivismo-relativista como de cualquier forma de pensamiento mágico y débil, es una necesidad si queremos salvarnos de la oscuridad que constantemente nos acecha, a menudo en forma de frases confortables o disfrazadas de discursos intelectuales de vanguardia (principalmente en las facultades de humanidades).    

Apéndice:

Alguien me sugirió que en el texto faltaba algún desarrollo sobre lo que se consideran verdades “intersubjetivas”. No lo mencione por dos razones.
Entiendo a la "intersubjetividad" -en sentido gnoseológico- como a lo que puede ser objetivable pero que no tiene existencia propia (por lo que queda afuera lo factico, que es claramente objetivo) ahí entrarían –algunas- verdades conceptuales, estéticas, éticas y otras verdades por convención, pero sobre todo estéticas. No es un concepto que me guste mucho, principalmente porque recuerda al psicoanálisis, a Husserl y a los posmodernos, por lo que no lo menciono. Tampoco me quería enredar en cuestiones difíciles como la verdad estética o ética, cosa que desviaría demasiado la intención del texto que es un tanto más enfocarse en lo fáctico (la verdad fáctica es mucho más evidente, y a pesar de ello muchos la siguen negando).  Algunas personas hablan de "intersubjetividad" por lo que es claramente objetivo, es una forma de torcer toda objetividad dentro de "lo subjetivo", usarlo como concepto bolsa y meter todo dentro de él: lo que es "objetivo" como que "el fuego quema" dicen que es en realidad "intersubjetivo". Obviamente esto es un tremendo error conceptual -muchas veces intencional- para acomodar forzosamente todo dentro de lo subjetivo y defender el subjetivismo (“todo es subjetivo, y lo que no, pues es intersubjetivo”).



[1] Hay que aclarar, que también el llamado “cientificismo duro” se autorefuta en su premisa. Ya que la premisa “solo lo científicamente demostrable puede ser verdadero”, no puede ser científicamente demostrable, por lo tanto no es verdadera. Esto no quiere decir que el cientificismo blando sea falso. Su premisa consiste en que “lo que puede ser conocido por medio de la ciencia, se conoce mejor de forma científica”. Esta premisa no se autorefuta y puede ser demostrada de múltiples formas como verdadera.
[2] http://www.ajog.org/article/S0002-9378(10)00671-X/abstract Meta-análisis que concluye que el parto en casa es 3 veces más peligroso que el parto hospitalario.
[3] No creo que el uso de palabras tan confusas como «dialéctica» aporte nada al progreso del pensamiento. La palabra «dialéctica» es una palabra que normalmente o no significa nada o significa simplemente una acumulación de absurdos. Aparte de ser filósofo, como sabes, también me he dedicado a la lógica. Pocas palabras pueden irritar más a un lógico que «dialéctica». Desde el punto de vista lógico, podemos reconocer muchas enfermedades conceptuales, pero la más grave de todas, con mucha diferencia, es la contradicción. Podemos mirar con tolerancia, y en algunos casos incluso con cierta simpatía, algunas falsedades, porque la falsedad es un defecto a veces perdonable. Pero la contradicción es mil veces más grave.” Jesús Mosterín sobre la dialéctica.
[4] Para ejemplificar como el conocimiento trae bienestar, tan solo basta pensar como el conocimiento científico, y no el dogma teológico, es capaz de producir tanto medicamentos para salvar vidas como tecnología funcional para realizar las actividades aburridas, monótonas y degradantes. Cabe destacar que más allá de los beneficios prácticos, el conocimiento es siempre en sí mismo, un bien. 

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