martes, 24 de noviembre de 2015

Algunas características del pensamiento escéptico

                        Nota: En este artículo me referiré con escepticismo al escepticismo metodológico, racional o científico, y no a la vertiente ya casi olvidada del escepticismo radical o sistemático (mal llamado filosófico).

En una cultura donde el pensamiento crítico, paradójicamente, es criticado, es entendible que el escepticismo pertenezca a una minoría. Pocos y nulos son los esfuerzos de los sistemas educativos para promover el escepticismo, y esto se ve claramente en el tipo de sociedad que tenemos: facultades que dan cursos de homeopatía, universidades de psicología repletas de psicoanálisis, librerías plagadas de best-sellers de estilo newage, volantes en la calle con propaganda de psíquicos y astrólogos, intelectuales posmodernos “superestrellas” de la charlatanería como Zizek y Darío Sztajnszrajber, perfiles de Facebook que exhiben todo tipo de hoax[1] de páginas pseudoperiodisticas y un largo etc. Actualmente se saca grandes provechos de la credulidad masiva, desde corporaciones que venden productos fraudulentos como Herbalife – o “HerbaLIE” para los entendidos-, hasta conferencistas ricos que hablan de temas que ignoran  y venden teorías sin respaldo a un público crédulo, y ni hablar de todas las pseudomedicinas y pseudoterapias que juegan con la salud de las personas a cambio de que estas les den un poco de su dinero y confianza. La charlatanería es un negocio multimillonario.  Esto lejos de ser pesimista, lamentablemente es una visión realista de lo que pasa en la actualidad. Pero, ¿Es esto nuevo? No, la  explotación de la credulidad por la charlatanería es tan vieja como el primer ser humano.
 Lo que hace una gran diferencia de la credulidad y la charlatanería del pasado, y los mismos en la actualidad, es que en el pasado las culturas  tenían más justificación para sus supersticiones.  Todos nos reímos ahora, de la creencia antigua de que las enfermedades eran causadas por espíritus…. Bueno, no todos, todavía existe gente que cree que se enferma a causa de la magia negra. Pero casi todos. Gracias a que contamos en la actualidad con enormes y fantásticos avances de las ciencias muchas creencias y supersticiones antiguas quedaron atrás. Es fácil pensar porqué los antiguos creían que las enfermedades eran causadas por espíritus, ellos, a comparación de nosotros, no sabían nada.
  Así, el conocimiento es una de las principales armas contra la credulidad, la explotación de la ignorancia, la superstición y la charlatanería en general. En la actualidad, a diferencia de en la antigüedad, el conocimiento está al alcance de la mano…. En el mouse por ejemplo. La disponibilidad de conocimiento y los avances del mismo en la actualidad es algo con lo que apenas se soñaba utópicamente en la antigüedad. Pero tampoco hay que creer que solo la información nos va a salvar. Casi tan importante como el conocimiento, es el saber pensar. Por ello, por más que uno se “haya comido todos los libros”, es susceptible de ser engañado. Además de saber y conocer,  es importante tener las herramientas para juzgar lo que sabemos y conocemos –o creemos saber y conocer-.
  La enormemente útil herramienta que es el pensamiento crítico y su consecuencia, el escepticismo racional, lamentablemente es algo de minorías. Como decía, no es algo que se enseñe en los colegios por ejemplo. A esta altura parece más que evidente que la rigurosidad del pensamiento fuerte, racional y científico vende muchísimo menos que la superstición, el pensamiento mágico, lo irracional y las pseudociencias. Por esto es cosa de algunos intelectuales y aficionados escribir libros, revistas, blogs o notas sobre lo que entienden por escepticismo. 
  A todo esto ¿Qué es pensar escépticamente? Para establecer cierta estructura o característica del pensamiento escéptico es necesario apelar a la filosofía, ya que en definitiva, el escepticismo racional o científico es una postura filosófica. Lo que refuta la estrecha y errada visión de que el escepticismo propone a la ciencia superior a la filosofía en general (siendo que la ciencia se vale de la filosofía) o que la filosofía es algo inservible, como proponen algunos escépticos como Mauricio Schwarz. También es errada la idea de que el escepticismo radical, como el de Pirrot, debe ser llamado “filosófico” y el racional “científico”, ya que ambos son filosóficos a pesar de ser opuestos.
  La antifilosofía es lamentablemente una enfermedad en constante expansión en los círculos intelectuales de la ciencia. Científicos y divulgadores como el cosmólogo Stephen Hawking[2]  y el físico y divulgador Lewrence Krauss la padecen. De todos modos esta epidemia es fácilmente entendible, basta ver la cantidad de charlatanes que se hacen pasar por filósofos y que enseñan en facultades, venden millones de libros, publican en prestigiosas revistas y opinan sobre temas que ignoran completamente. La enfermedad de la antifilosofía es solo una consecuencia de una enfermedad aún peor, el posmodernismo. Aún así, asumir que la filosofía no sirve porque muchos filósofos son charlatanes es una falacia de composición y una falacia de generalización apresurada. Aunque la filosofía yace en gran parte estancada en el culto a la personalidad, la escolástica, la obsesión por su pasado, el divague oscuro e irrelevante, las trivialidades pseudoproblemáticas y la charlatanería propia del “discurso” de los posmodernistas, en la filosofía aún queda mucho por rescatar y reconstruir.  La epidemia de la antifilosofía se combate más eficazmente haciendo buena filosofía que atacando a los antifilósofos.

 El pensamiento crítico sobre el que se sostiene el escepticismo se vale de diversas herramientas filosóficas para poder analizar la veracidad de los enunciados. Como ser por ejemplo, lo que llamo las 3 navajas escépticas. Estas son:
 1- Navaja de Hitchens: <Aquello que es ser afirmado sin evidencia, puede ser rechazado sin evidencia>.
2- Navaja de Hume: <Afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias>
3- Navaja de Ockahm: <E
n igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta>.

Estas 3 navajas nos servirán para desollar todo tipo de fraudes y engaños. Por ejemplo, nos podemos valer  de la navaja de Hitchens[3] para liquidar tranquilamente todo tipo de dogmas que pretendan inculcarnos. Si no hay evidencias ni argumentos sólidos, no tenemos razón para creer en algo si no queremos engañarnos a nosotros mismos. El escepticismo se caracteriza por apoyar las opiniones sobre las evidencias, y no por anteponer las opiniones a las evidencias.
 La navaja de Hume[4] reafirma la carga de prueba. Con ella podemos degollar cualquier pseudociencia en nuestro camino. Basta pedir a psicoanalistas, homeópatas u otros curanderos evidencias que permitan sustentar tantas afirmaciones extraordinarias para dejarlos expuestos en su fraudulencia.
 La navaja de Ockahm[5] es un principio de economía mental, con ella descuartizamos tanto explicaciones exageradamente rebuscadas como hipótesis innecesarias. Podemos tranquilamente matar de una apuñalada la idea de dioses con ella. Si no hay forma de comprobar supuestos dioses existentes y nos debemos de valer de dos hipótesis: que existen o que no, evidentemente lo más racional sería inclinarse por el no. No tiene sentido suponer que existe algo de lo que no tenemos ni pruebas ni argumentos y que además, sabemos que por su naturaleza jamás las vamos a tener. Entre la hipótesis de que existe un ente inmaterial, dueño y creador del universo, invisible, misterioso (por lo tanto incognoscible), todopoderoso, con características humanas aunque sobrenatural y repleto de contradicciones y otras inconsistencias lógicas, y la hipótesis de un universo únicamente natural, es evidente cual cumple con el principio de economía mental. Si dijera que tengo duendes en mi patio, pero que estos son incognoscibles e inmateriales, no tendría forma de no quedar como un supremo ridículo, es sencillamente más racional el hecho de que este delirando o mintiendo.  La navaja de Ockahm también derrumba otras ideas como el solipsismo y la dominación por parte de sociedades ultrasecretas de las que poco o nada se saben. Ambos por ser extremadamente rebuscados. Es mucho más coherente pensar que el mundo existe fuera de nosotros, y un delirio absolutamente egocentrista suponer lo contrario. De todas formas, el solipsismo ya ésta prácticamente extinto. No así la idea de que nos dominan dioses o sociedades ultrasecretas. Ésta última también “peca” de ser exageradamente rebuscada, además de no tener ninguna evidencia que la respalde. Es sencillamente más simple, coherente y por lo tanto sano socialmente saber cuáles son las personas que concentran mayor poder y luchar por quitárselo que suponer que nunca sabremos quienes son, que son seres alejados, recluidos de la sociedad y hasta del planeta, como creen algunos delirantes conspiranoicos. Hay que tener bien en claro que la navaja de Ockahm no es una excusa para simplismos ingenuos, está siempre debe estar guiada por la razón y debe tener en cuenta las evidencias disponibles, no debe interpretarse de modo inocente y pensar que lo más simple es lo correcto, la mayoría de las veces la verdad no es nada simple. Esta navaja se utiliza cuando hay hipótesis en igualdad de condiciones y se descartan las más rebuscadas e insostenibles. 

 A continuación esbozaré algunas de las características del pensamiento escéptico con ayuda de la filosofía bungeana:

Cosmovisión (ontología) materialista:

 El escepticismo se caracteriza por poseer la misma ontología que la ciencia y el humanismo secular, una ontología materialista. Para un escéptico, como para la ciencia, el mundo existe más allá de nosotros y está compuesto por cosas materiales y concretas que responden a leyes, estas son cognoscibles por lo tanto, en general pueden estudiarse y entenderse.
 Un materialismo ontológico coherente es sistemista emergentista, es decir, reconoce que todo lo real (tanto fáctico como conceptual) forma parte de un sistema o es un sistema, y a su vez que los sistemas tienden a poseer propiedades emergentes que sus componentes aislados no tienen. Postula también que todos los sistemas se relacionan con otros sistemas, a excepción del universo –ya que por definición, este es todo lo que existe-. (Para ampliar la concepción de sistemismo y materialismo, aquí pobremente explicada, pueden consultar el Tratado de Ontología de Mario Bunge o su obra Sistemas sociales y filosofía. Para una ver leves discusiones a la ontología bungeana, en especial sobre su concepción ontológica del espacio-tiempo, pueden consultar la obra del astrofísico Gustavo Romero).
 Para tener un materialismo coherente es necesario dividir la existencia en –por lo menos- dos categorías: existencia real y existencia conceptual. Solo la primera es propiamente real, por lo tanto material, mientras que la segunda son ficciones producto del cerebro; como ser: ideas, números, significados, etc.
En una ontología materialista no se admite la existencia fáctica de energías inmedibles e incomprobables propias del new-age y las religiones, como ser el “chi”, la energía de los “chakras”, la energía “pránica”, la energía “etérica”, el “aura”, el alma, fantasmas, fenómenos “psi”, etc. Siempre que se hablen de energías un escéptico deberá preguntar “¿Qué clase de energías? ¿Cómo las compruebo? ¿Cómo las mido?”, para descartar cualquier intento de atribuir esta palabra a misticismos irracionales inexistentes.  Tampoco se aceptan entes, seres, fenómenos o propiedades que no responden al mundo material y concreto, y que por lo tanto la evidencia de su existencia es nula, esto incluye “universos paralelos” o “dimensiones” indemostradas e indemostrables. En el materialismo no se aceptan ficciones supersticiosas que sirven como intento inviable de explicar lo incomprendido.
 Lo contrario a una ontología materialista puede ser una ontología idealista. Una ontología idealista da lugar a entes inmateriales como dioses y espíritus que no pueden ser cognoscibles ni objetiva ni empíricamente, lo cual para cualquiera que goce de un mínimo escepticismo, es disparatado. Sobre este aspecto hay una gran discusión. Principalmente, la de si se puede ser teísta y escéptico. La verdad, yo estoy del lado de los que no consideran que una visión teísta o religiosa propiamente dicha sea compatible con el escepticismo. Ya que los dioses son una afirmación extraordinaria que no posee evidencias extraordinarias. Por lo que entiendo como escepticismo, es algo totalmente contrario a cualquier religión, ya que además de que ninguna religión posee verdaderas evidencias para sus postulados, seguir ciertas creencias religiosas tradicionales conlleva necesariamente a la pseudociencia -por ejemplo, el creacionismo- y, en el caso de todas las religiones y teísmos, al dogma. Desde mi punto de vista, el escéptico debería de criticar la religión y las creencias espirituales irracionales a la par de la pseudociencia.  Un escéptico católico por ejemplo, es un oxímoron, ya que está negando buena parte de la ciencia en favor de creencias sin respaldo.  Ahora, con respecto al escepticismo y los teísmos: el panteísmo o el teísmo de Spinoza (en el cual se encuentran como seguidores personajes como Einstein) si pueden concordar con el escepticismo. Pero estos teísmos no son sino una manera disimulada de llamarse ateo. El teísmo de Spinoza considera a Dios como “la suma de todas las leyes del universo” algo que concuerda con el materialismo ontológico. Éste “Dios” no es más que un invento de Spinoza, una deformación del término, no es un verdadero teísmo. Al igual que el panteísmo, considerar a Dios como el universo también es algo materialista, y no es algo que concuerde con la definición de Dios como algo personal e inmaterial.
 Muchos escépticos no quieren tocar el tema de la religión y el teísmo por intereses demagógicos, si ellos se ponen críticos de la religión, van a perder seguidores religiosos que critican las pseudociencias. Esto a mi parecer es deplorable. Ya que no hay diferencia entre hacer eso y amigarse con la homeopatía y el psicoanálisis para ser más a la hora de combatir el posmodernismo o algún otro fraude.
Otro argumento muy falaz es del de por ejemplo decir: “Newton era religioso”. Nombrar científicos religiosos (o incluso otros escépticos famosos) no dice nada del escepticismo. Una cosa es ser científico y otra escéptico. Un científico puede comprar flores de Bach, rezar y leer a Rhonda Byrne creyéndole todo, y a la hora de trabajar aplicar el escepticismo metodológico. Ser científico no es lo mismo que ser escéptico. Es solo una falacia de autoridad, pero merece ser aclarado.
 También en esto entra otro gran problema: muchos critican esta visión diciendo que vuelve al escepticismo una secta, y que es inmoral dejar de lado a alguien de una definición por no cumplir un requisito, supuestamente dogmático. Esto es igual de absurdo que ofenderse por decir que un ateo Hare Krishna no es un verdadero ateo a pesar de que no cree en el Dios cristiano. Una persona que se hace llamar por el adjetivo de un movimiento intelectual debe ser consecuente con lo que dice estar de acuerdo, si dice aplicar el pensamiento crítico por no creer en la ufología pero cree en Visnú estamos evidentemente en presencia de un sesgo cognitivo de tamaños monumentales. En definitiva, como todo dentro del escepticismo, este es un punto abierto a discusiones.

 Gnoseología realista critica:
“No hay nada bello sino es lo verdadero; sólo lo verdadero merece amarse”.
Boileau


El escéptico racional sabe que la verdad puede conocerse y que hacerlo es importante, él mismo es un defensor de la verdad. Ésta es la diferencia principal con el escepticismo dogmático y radical que alega que nada puede conocerse o que no hay certezas de nada. De hecho tienen certeza de ello, por lo tanto están en una contradicción lógica. Lo mismo pasa con los relativistas, si “todo es relativo”[6] también su premisa es relativa y por lo tanto carece de sentido.  La gnoseología subjetivista y relativista es anticientífica, irrealista, irracional y falsa, una antítesis y enemiga de la objetividad buscada por el escepticismo racional y la ciencia.  Los subjetivistas y relativistas no dudan que  sí arrojamos un objeto al aire cae al suelo por la gravedad, que el sol saldrá todas las mañanas, o que sí dejan de comer se van a morir, solo dudan de lo que no entienden.  El escéptico posee una gnoseología realista porque sabe que la certeza y la verdad (provisional y refutable) existen y son posibles. Dejar de interesarse por la verdad es caer en lo más bajo de la condición humana, es ser un ente indiferente sobre el mundo que lo rodea y por lo tanto, perder todo lo interesante del vivir humano.  El conocer y conocerse es lo que más exalta la condición humana.  Es por eso que el escepticismo es tan importante para un humanismo secular completo.
 El escepticismo coherente a pesar de ser realista no es realista ingenuo, sino realista crítico. Esto es, asume que la verdad es perfectible y que el mundo no es como lo percibimos por nuestros sentidos, es decir: el mundo real independiente de seres que lo perciban no es ni frio, ni caliente, ni tiene colores, ni olores, ni sonidos hablando con el mayor grado de objetividad posible. Estas son solo ilusiones creadas por nuestros sentidos. El mundo captado por nuestros sentidos no es el mundo tal cual es, esto es bastante difícil de asumir cuando se pretende la mayor objetividad posible, aunque no es un límite a la objetividad sino un gran acercamiento a ella. Claro que la luz como fenómeno electromagnético existe, y que al rebotar en ciertos materiales refleja ciertas longitudes de onda que pueden ser percibidas por nuestros ojos, pero aun así los colores como los conocemos son ilusiones de nuestros sentidos producidas en nuestro cerebro, no existen más allá de seres que los perciban (queda claro que la luz como espectro electromagnético si existe más allá de quienes la perciben). Una buena muestra de que el mundo no es tal cual como lo percibimos es la existencia de espectros de luz invisible, como la infrarroja, que existe a pesar de que no podamos percibirla directamente (aunque si de modo indirecto). Tampoco existen los olores, si existen partículas dispersas en el aire, pero la sensación que nos producen es propiamente sensorial, las partículas en sí mismas no tienen olor como lo conocemos. Y sobre el sonido lo mismo, aunque a través del conocido dilema del “si un árbol cae y no hay nadie que lo escuche, ¿hace ruido?” se siguen presentando confusiones entre pensadores críticos que afirman que el ruido es evidente, cuando  no lo es.  Por ejemplo, el escéptico David Osorio publicó una entrada en sus blogs (en la que además desprecia a la filosofía) muy seguro de que el ruido al ser ondas que se propagan, el dilema se resuelve diciendo que sí hay ruido. El problema es un tanto más interesante que esto visto desde el realismo crítico, ya que nadie duda del hecho de que las ondas si se produzcan, el problema está en cómo se define ruido, si nos referimos con ruido a las ondas en sí si se produce, pero si nos referimos con ruido a nuestra percepción del ruido, y por ende, al ruido como lo conocemos en la vida cotidiana, claro es que no.  De todas formas Osorio aprovecho para hacer una crítica muy necesaria a los charlatanes que afirman que todo una construcción social o una ficción al estilo Matrix. Esto claramente es un delirio.
 Postular que el mundo no es tal cual lo percibimos no es para nada proponer que el mundo es una construcción social como afirma grandilocuente el charlatán de Bruno Latour (el que pasó vergüenza con el caso de la momia de Ramses). Si todo fuera una construcción social, las sociedades que construyen la realidad también serían una construcción social lo cual lleva a una contradicción lógica irremediable, ya que sería como construir un martillo usando ese mismo martillo. La realidad existe independientemente de quienes la perciban y de cómo la perciban.
 Otro punto del realismo crítico a tener en cuenta es la concepción gradual de la verdad y la objetividad, donde los grados máximos absolutos o son muy difíciles o no existen.  La posibilidad de la verdad fáctica absoluta es un problema filosófico muy interesante, me inclino por el momento a pensar que o no existe o es extremadamente difícil. Aun así el hecho de que no exista la verdad absoluta no quiere decir que la verdad no exista, si existe la verdad gradual, provisional y perfectible, y la ciencia es la mejor forma de acercarnos a ella en lo que refiere a sus campos de estudio. Esto nos da una enseñanza de humildad que nos lleva a revisar constantemente lo que atribuimos como cierto o verdad. Podemos estar equivocados, esto es algo que debe quedar claro para todo escéptico.

Honestidad intelectual:

“El hombre que no cambia de opinión es como agua estancada; engendra reptiles del espíritu” William Blake

 El objetivo del escepticismo debe ser siempre la búsqueda desinteresada de la verdad. Por esto es muy necesaria la honestidad intelectual. En el caso de que alguien que se proclame escéptico esté equivocado, debe reconocerlo y cambiar de opinión. No debe basarse en falacias conscientes o mentiras para ganar discusiones. Esto solo lo vuelve un dogmático arrogante.
 Queda así claro que para un escéptico la verdad es prioridad, y que en el momento en que esta entre en conflictos con sus creencias o preferencias personales, este debe dejar todo de lado para asumirla sin importar las consecuencias.  La verdad rebelada a través de los hechos y la razón es para todo hombre ilustrado la guía con la cual marcar el sendero de su intelecto. El hombre que rechaza los hechos por cualquier motivo personal, sea ideológico, religioso o de conveniencia ya sea económica o de otro tipo, no es digno de llamarse escéptico, ni tampoco moderno o ilustrado.  Mantener creencias personales inmunes a la crítica no es algo compatible con el escepticismo. La honestidad intelectual requiere el gran sacrificio de amar la verdad por sobre todo aspecto personal que interfiera su paso. Como también defenderla y difundirla siempre estando abierto a la crítica.

  Empirismo y Racionalismo moderado (racioempirismo):

El escéptico reconoce que el conocimiento progresa tanto con razonamientos lógicos como con la experiencia; todas las hipótesis fácticas se deben probar empíricamente con ayuda de la razón, y de esta forma se conoce su veracidad. El escepticismo viene a renacer el pensamiento ilustrado mediante el cual la humanidad se libera de las tinieblas mediante el uso de la razón.

 Cientificismo blando:

  El escepticismo valora la evidencia científica por sobre cualquier anécdota, opinión o superstición popular. Todo hecho factico se conoce mejor de manera científica. Para poder valorar la investigación científica correctamente, y diferenciar la ciencia de la pseudociencia, la protociencia, la ciencia fallida, la malaciencia, etc. es necesario entenderla, por lo tanto se necesita saber cómo se procede a realizar una investigación científica correctamente. Este punto genera necesariamente otro que es el de saber o interesarse por la ciencia y también por la filosofía de la ciencia y la epistemología. La epistemología es uno de los pilares del escepticismo ya que es la disciplina que se encarga –entre otras cosas- de clasificar el conocimiento, indispensable para saber diferenciar que es ciencia y que es pseudociencia.  Éste cientifismo es “blando” a diferencia del “duro” que exclama que el único conocimiento que vale es el científico. Esta premisa no es científica, sino filosófica,  así que el cientificismo duro es falso por su inconsistencia lógica. Además, el conocimiento de “en éste momento en mi heladera hay tomates”, puede ser verdadero sin ser científico. Los cientificistas duros se caracterizan por ser antifilosofía, y criticarla usando argumentos filosóficos. Un escéptico inteligente no cae en esta postura idiota, sabe que hay otros conocimientos que son válidos además del científico, pero en los campos de problemas y preguntas que la ciencia abarca, siempre las mejores respuestas proceden de la ciencia misma.
 También, como dicen Allan Sokal y Bricmont[7]: “Es perfectamente legítimo recurrir a la intuición o a la literatura para obtener algún tipo de comprensión, no científica, de aquellos aspectos de la experiencia humana que escapan al menos por el momento a un conocimiento más riguroso”. 

 Dudar de todo lo que merezca duda:

Se sabe que la duda es uno de los principales motores del escepticismo. Un escéptico debe dudar racionalmente de lo que se le plantee como verdad fáctica, y comprobar si se merece la etiqueta de “verdad”. Como ser noticias,  afirmaciones de gente con poderes paranormales, etc. Pero la duda debe ser guiada por la razón. Un escéptico no puede (y no tiene porque) dudar de todo, todo el tiempo, porqué sí. Por ejemplo, no le pedimos evidencia a un amigo nuestro que nos viene emocionado a contar que se besó con la chica que le gustaba, ni el escéptico más tedioso lo haría. La duda en el escepticismo científico es racional, no sistemática, y es lo que diferencia del escepticismo radical. Llevar la duda demasiado lejos puede enfermar psicológicamente, y no es una forma de construir conocimientos, sino de negarse a aceptarlos.

Buscar siempre la claridad

Lo ideal es expresarse siempre con claridad y rigor, evitar la oscuridad innecesaria, las vaguedades y las confusiones. Tanto para debatir como para redactar textos de escepticismo se recomienda buscar la mayor inteligibilidad y exactitud posible. La claridad es propia del pensamiento racional ilustrado, mientras que la oscuridad y confusión deliberada es propia de los charlatanes que buscan ocultar su falta de ideas y aparentar una intelectualidad que no tienen.
La primera señal para saber si verdaderamente entendimos algo, es que lo podemos explicar de forma clara, de forma que cualquiera lo pueda entender.

 Valorar la lógica y el buen debate:

 Para evaluar correctamente los argumentos y establecer un buen debate, algo esencial en el escepticismo, se necesita saber de lógica. El debate es esencial para contrastar ideas y ver cuáles son las mejores, para así poder adoptar las sometidas a análisis  y descartar las erróneas y refutadas.   Un ejemplo de lógica que siempre se debe tener en cuenta un escéptico es que “correlación no implica causalidad”.

 No aceptar ciegamente lo que provenga de la autoridad:

Condición necesaria si se entiende el punto anterior, pero que merece ser aclarado.  Las autoridades siempre se equivocaron y no son fuentes confiables de la verdad. El escepticismo evalúa la veracidad de los postulados más allá de quienes los presentan. La ciencia tiene esta premisa como lema, en cambio, la pseudociencia tiene como pilar fundamental el hecho de aceptar lo que dicen las autoridades. A saber, si un Nobel, científico o escéptico respetado en cualquier campo abala una pseudociencia, eso no la hace ni ser verdadera ni funcionar.

Siempre evitar el dogmatismo:

“Un escéptico es alguien que lejos de aceptar todo lo que le dicen, o lo primero que se le viene a la mente, duda. Si se trata de un nuevo dato, el escéptico echa un vistazo al modo en que fue obtenido, o incluso intenta reproducirlo; si se trata de una nueva generalización, busca contraejemplos; si se trata de un nuevo procedimiento, revisa su eficacia; si se trata de una norma de conducta, examina tanto su compatibilidad con otros principios como la consecuencia de su aplicación, etc. En cambio el dogmático se aferra a lo que considera sabiduría heredada infalible. En resumen, la marca distintiva del escéptico es el escrutinio, en tanto la del dogmático es una aceptación ciega e un igualmente ciego rechazo” Mario Bunge. 

Un dogma es una supuesta verdad sagrada no sujeta a revisión, que no necesita justificación racional, que no puede ser criticada, y en el caso de ser criticada correctamente, no se la abandona. Para el escepticismo no hay verdades sagradas, sino provisionales, cuestionables y refutables, todo lo que el escepticismo propone debe ser justificado. Caer en el dogmatismo es casi el peor error de cualquier persona, algo digno de falta de inteligencia. El escéptico debe tomar el camino opuesto.

Contrastar información:

Siempre que se presenta una información como cierta, un escéptico debe buscar un contraejemplo (si es una generalización), una refutación o una crítica. Es importante contrastar la información que se nos brinda, escuchar “las dos campanas”, y así poder analizar y discernir con ayuda de un agudo pensamiento crítico y la investigación que se requiera que postura es la correcta.  Es importantísimo para el escéptico realizar investigaciones profundas y evitar sesgos, el rigor investigativo debe ser una de las más grandes virtudes del que se proclame escéptico.

 Combatir la pseudociencia y la superstición:


Punto básico del escepticismo. La pseudociencia es dogmática y por ser tal, no pudo demostrarse como verdadera. Si no pudo ser probada como verdadera y se defiende como tal sacando provecho de los que se la creen, es inevitablemente un fraude. Un escéptico debe aprender a diferenciar las pseudociencias y combatirlas, siempre con buenos argumentos y honestidad intelectual.  Este punto está muy vinculado a la ética, la pseudociencia es abiertamente inmoral y el acto de combatirla es un acto moral.

 
Cuestionar tanto como las pseudociencias y los fraudes espirituales, los embustes del posmodernismo filosófico:

   El posmodernismo filosófico no es un mal menor, es igual o peor que las pseudociencias y en muchas ocasiones su sustento filosófico. Por ejemplo, las grandes bases del new-age actualmente tienen origen en el pensamiento posmoderno.
 El posmodernismo es totalmente antagónico a todo lo que busca el escepticismo racional: es anticientífico, antihumanista, irracionalista –por lo tanto dogmático-, oscuro y ambiguo,  antiprogresista, relativista, irrealista, etc. Es necesario conocerlo y tener las herramientas conceptuales de la filosofía analítica para criticarlo y refutarlo.

Humanismo secular


Muchos escépticos renegarían del hecho de atribuir una ética al escepticismo, sin embargo yo sostengo que el escepticismo está íntimamente relacionado con la ética del humanismo secular, es más, sostengo que el humanismo secular y el escepticismo están completa e íntimamente relacionados.
  El escepticismo tiene dos vertientes; el escepticismo militante y el escepticismo personal. Me gustaría hacer un cierto elogio del primero ya que este expone su esencia humanista. En cambio el escéptico personal no está verdaderamente comprometido con el escepticismo, el escéptico antisocial que se guarda sus dudas únicamente para sí de modo ultraindividualista no forma verdaderamente parte del movimiento escéptico. Un escéptico militante es el que se preocupa por la verdad y trata de defenderla y difundirla, siempre mediante medios intelectuales (revistas, blogs, charlas, debates, etc.). La importancia de proteger lo que se considera verdad es absolutamente ética, un verdadero escéptico se preocupa por lo que la sociedad considera como cierto (a diferencia de los posmodernos a los que todo les da igual) porque sabe que los errores y las mentiras son peligrosas para el resto. La verdad es realmente importante, si hubiera mayores escépticos militantes el negacionismo del SIDA y de la vacunación no se hubiera llevado tantas víctimas. Ni estafas como el psicoanálisis, Herbalife y los libros Depaak Chopra tanto dinero. Los errores en cualquier aspecto pueden llevar a todo tipo de consecuencias negativas, desde daños económicos hasta la muerte. La estupidez humana es muy peligrosa, tanto como para acabar con nuestra especie (y todas las demás). Como dice Tabori “La estupidez es el arma más destructiva del hombre, su más devastadora epidemia, su lujo más costoso”. Cualquier persona con un poco de moral sabe que una persona equivocada merece ser educada y corregida. Siempre y cuando, esto se practique con cierta paciencia, respeto -en los casos en que se los merezcan- y honestidad intelectual.
  Así también me gustaría elogiar al escepticismo que no se cierra en las cuestiones más inofensivas  del pensamiento irracional, como ser los fenómenos OVNIS o las pseudociencias como el reiki y la astrología, sino que ataca las pseudociencias que más dañan a la sociedad: las pseudociencias sociales como las escuelas libertarianas de economía (la Escuela de Chicago y la Escuela Austriaca por ejemplo) y las pseudociencias sociales en las que se basan las políticas de derecha, ya que éstas, junto con las pseudociencias de la salud, presentan un peligro aún mayor al bienestar de la sociedad. Escepticismo es humanismo.

Estas son solo algunas características del pensamiento escéptico. Un desarrollo más completo y conciso llevaría varias páginas, el cual, tal vez quede para otra ocasión.
  Con estos requisitos, se puede deducir que el escepticismo racional es
una postura filosófica y un movimiento intelectual en la cual se cuestionan las afirmaciones carentes de pruebas suficientes, que se opone a las pseudociencias,  pseudofilosofías y toda creencia que vaya contra la evidencia empírica, el racionamiento lógico y el conocimiento científico. Un escéptico evalúa cualquier afirmación basándose en la evidencia, la verificabilidad, falsabilidad, reproducibilidad, el sentido lógico y el consenso científico, en lugar de aceptar afirmaciones o teorías basadas en fe, anécdotas dudosas, fuentes poco veraces o confiar en  hechos/afirmaciones infalsables  incomprobables, autoridades o dogmas.
 El escepticismo es una sana y necesaria rebeldía, la rebeldía del que duda contra el que adoctrina y engaña. Una sólida inteligencia debe apoyarse siempre en la incredulidad, sostengo que el escepticismo es la forma más refinada de incredulidad, y una de las formas más inteligentes de rebeldía.  









[1] Termino que refiere a noticias falsas, inventadas.
[2] A pesar de su postura antifilosófica expuesta en frases rimbombantes como “la filosofía ha muerto”, Hawking se declaró positivista, lo que termina por demostrar que no tiene ni idea de filosofía
[3] Ideada por Christofher Hitchens
[4] Ideada por David Hume, y erróneamente atribuida a Carl Sagan.
[5] Ideada por Guillermo de Ockahm.
[6] Hay muchos incultos que creen que la teoría de la Relatividad de Einstein prueba que “todo es relativo”. Una muy graciosa confusión. Las teorías de la relatividad tratan sobre velocidades cercanas a la de la luz, efectos de la masa, el espacio-tiempo y una serie de temas muy complejos que nada tiene que ver con éste disparate filosófico.  
[7]En Imposturas Intelectuales

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