Por lo general, los defensores del pensamiento
crítico estamos acostumbrados a leer cosas como: “nadie es dueño de la verdad”
y “nadie tiene la verdad absoluta”. También, suele acosársenos de querer
imponer un “pensamiento único”. Los que
estén acostumbrados a debatir ideas mediante la argumentación lógica y la
evidencia seguro sabrán bien de lo que hablo. A continuación pasaré a analizar
estos recursos de contra-debate y anti-argumentación:
Que “nadie es dueño de la verdad” es
completamente cierto, como también,
absolutamente obvio. Nadie es dueño de la verdad porque la verdad no es una
“cosa” que pueda “tenerse”, sino un atributo de ciertos enunciados (el atributo
de adecuación o correspondencia más aproximada de una proposición con la
realidad, y en el caso de verdades formales, el atributo de consistencia
lógica). Ser “dueño de la verdad”, como entienden los que utilizan éste
término, significaría algo así como como creer tener la razón en todo, o en
algunos casos la verdad absoluta sobre algo. Esto es una falacia non sequitur; ya que tener la razón
sobre algo no implica ni tener razón en todo –cosa imposible-, ni tener la
verdad “absoluta”, sea lo que fuese. Incluso detrás de la frase parece haber
una insinuación de que existe una verdad única aplicable a todo, y esta idea
como sabemos, o por lo menos deberíamos saber, es absurda y está de más aclarar.
¿Por qué se utiliza entonces ésta frase?
Por lo general, suele usarse por gente dogmática que no quiere darle al
otro la razón cuando este demostró tenerla, o que simplemente evita el debate
por su incapacidad de pensar críticamente y poner sus ideas en tela de juicio.
Diciendo esto creen salvarse de forma muy fácil de aceptar sus errores y ceder
ante la crítica para reformular sus ideas.
Nadie es dueño de la verdad, pero si hay gente que puede tener razón y
decir la verdad, como también hay gente que puede estar equivocada y mentir. Si yo digo algo como que Italia es la capital
de Francia y alguien me refuta, sería para cualquier persona totalmente
ridículo que le dijera que “nadie es dueño de la verdad” intentando así
salvarme de su corrección. Sin embargo la frase pasa desapercibida y suele
tomarse en serio cuando el tema es algo más complejo. El razonamiento y el uso
es el mismo, la frase es una falacia (me gustaría patentarla: “Falacia del
dueño de la verdad”) que sirve para
escudarse tras una aparente incertidumbre –muy generalmente- ficticia y poder
así evitar cualquier retractación o
debate. Es asombroso que exista gente que crea que con una frase tan obvia, simple,
tonta y vulgar puedan proteger sus dogmas de la crítica. Si alguien dice la
verdad y la defiende con evidencias y argumentos, es inaudito que a éste se le
acuse estigmatizantemente de creerse dueño de la verdad. Esto habla muy mal del
acusador, demuestra que es irrealista, deshonesto, incapaz de reflexionar sobre
lo que considera cierto, de argumentar, de debatir y de cambiar sus ideas
cuando es necesario. Sin embargo es
importante tener en cuenta que ésta frase suele usarse también como referencia
al dogmatismo que tanto acabo de criticar, creerse ser “dueño de la verdad”
puede significar creer tener “una verdad” que es irrefutable e inmune a las
evidencias y a los argumentos. Debo decir, que usar la frase de ese modo
no está mal, pero de todos modos raras veces es utilizada de esta forma.
Que “nadie tiene la verdad absoluta” parece
ser parcialmente cierto, si es que con esto se refieren a que nadie puede enunciar una verdad absoluta (aunque el concepto de
“verdad absoluta” es muy vago). Si con verdades absolutas se quieren referir a
verdades irrefutables, tienen razón parcialmente, ya que las verdades formales
si son irrefutables. Sin embargo, las verdades fácticas, en sentido estricto, son solo aproximadas, graduales y
perfectibles. La gnoseología que postula esto se conoce como realismo crítico,
filosofía inherente a la ciencia, ya que los cuerpos de conocimientos
científicos están en constante perfeccionamiento. La postura que considera la
existencia de verdades absolutas se conoce como realismo ingenuo ya que es un
tanto osado e ingenuo pretender que nuestro conocimiento, aun cuando si puede
ser bastante exacto, es perfecto. Realmente no podemos saber si nuestro
conocimiento, por ejemplo, nuestras leyes físicas van a operar de igual modo
por toda la eternidad en todos los rincones del universo, ni tenemos teorías
perfectas que expliquen sin ningún tipo de hueco algún fenómeno, ya que esto
implicaría tener teorías perfectas para cada tema que subyace a tal fenómeno, y
comprobar inequívocamente hipótesis para las cuales aún no contamos con los
medios. Esto no quiere decir que no existan certezas y verdades fácticas. Nadie
duda que cierto grado de verdad y de certeza exista. Incluso existen grados se
certeza muy altos, como que la velocidad de la luz es de 299 792 458 m/s (y cualquiera lo puede comprobar mediante uno
o varios experimentos), que la evolución es un hecho o que las leyes de la
termodinámica, por lo que conocemos, son inviolables (a pesar de los creyentes
en el fraude de la “energía libre”).
Como también, sabemos que es verdad que
mirar el sol daña los ojos o que si nos cortamos la cabeza moriremos. Todos
sostenemos la existencia de verdades constantemente. Si nos acusan de un delito
que no cometimos, y exponemos las razones que demuestran nuestra inocencia,
inevitablemente nos gustaría que tales verdades fueran tomadas como lo que son
-definitivamente en esa situación no nos pondríamos a relativizar-. La frase
coquetea oportunista con gnoseologías irrealistas como el subjetivismo y el
relativismo, y la intención de su uso por lo general suele ser idéntica a la de
la anterior: un recurso escapista para seguir sosteniendo dogmáticamente
posturas demostradas falsas. Con respecto al relativismo (filosófico),
podríamos considerarlo con alto grado de certeza una postura falsa,
ya que si creemos realmente que “todo es relativo”, consideramos a esta premisa también como
relativa, y como lo relativo es relativo con respecto a algo, esta sería
relativa a algo relativo, y así ad infinitum. La postura es completamente insostenible.
Si todo fuese relativo no existirá nada concreto respecto de lo cual pudiese
ser relativo, ni su premisa misma. Si el relativismo fuera cierto, no podría serlo,
ya que afirma que nada es -realmente- cierto. Es una postura tan inconsistente
que se autorefuta. A menudo los relativistas creen que el relativismo fue
demostrado por la teoría de la relatividad de Einstein, esto es realmente
cómico, demuestra que no tienen absoluta idea de nada. Es claro que existen cosas relativas, pero
relativas a algo (como la gravedad, que es relativa a la masa). El abuso del
término “es relativo” suele ignorar por completo esto, y la palabra relativo es
usada indiscriminadamente como maquillaje de la ignorancia y como muestra de
debilidad para sostener certezas y defender ideas. El relativismo también suele
ser relacionado con el subjetivismo, ya que son idénticas en su (im)postura de
odio a la verdad, y desde ya, ambas posturas son extremadamente falsas. Existen
cosas relativas, subjetivas y objetivas. Si realmente todo fuese subjetivo,
esta premisa también sería subjetiva, y por lo tanto no tendría valor como para
ser defendida, y por otro lado, si la premisa fuera cierta y todos se pondrían
de acuerdo en ello la volverían objetiva y se autorefutaría. Si
-como afirman los relativistas y subjetivistas- todas las proposiciones son
igual de validas, la proposición “no todas las proposiciones son igual de
válidas” seria valida, cosa que es un grave problema lógico para los
relativistas. Los relativistas ante esto nos dirán “la lógica no es válida”, a
lo que se le puede responder “si es universalmente válida”, cosa que los
relativistas fieles a su postura no podrían discutir.
No existen ni el relativismo ni el
subjetivismo consecuente, son poses, los llamados relativistas y subjetivistas
son en su totalidad, unos hipócritas. Sabemos que es cierto/verdad que comer
alimentos descompuestos, o no comer en absoluto nos puede enfermar y matar y
por eso lo evitamos (a pesar de que curiosamente exista la impostora doctrina
del respiracionismo, basada en el engaño y la credulidad de espectadores
pusilánimes). También sabemos que es cierto/verdad que si no seguimos indicaciones médicas en el
caso de necesitarlas, corremos el riesgo de empeorar y morir. Si podemos, como
Bergson, darnos el tonto gusto de dudar de la teoría de la relatividad de
Einstein por no comprenderla, también podemos por momentos presumir de nuestro
supuesto relativismo filosófico exhibiendo cuando nos conviene un discurso
tanto excéntrico como falso. Pero realmente vivir creyendo que ningún tipo de
verdad existe y que realmente todo es relativo, solo es una fantasía inverosímil. El
relativismo y el subjetivismo, como todo el irrealismo del pensamiento mágico y
del pensamiento débil, jamás hicieron nada positivo por la civilización humana.
Si el relativismo/subjetivismo hubiese sido la gnoseología imperante durante la
historia, no existiría ni la ciencia, ni la tecnología, ni la justicia. No
podríamos haber erradicado jamás las pestes que nos diezmaban, ni podríamos
haber explorado el espacio, ni entender la luz o la gravedad, ni fabricar
anteojos para la gente que los necesita, ni sobrevivir a la adversidad de la
naturaleza, ni entender nuestra fisiología para prevenir enfermedades, ni
manejar la agricultura para alimentarnos, ni elaborar éticas sobre las cuales
sostener el progreso humano, ni nada en absoluto. Todo lo positivo con lo que contamos se debe al intento de comprender
la realidad de forma objetiva, no a nuestros caprichos y ocurrencias personales
de cómo esta funciona. Por esto, la frase es tan ingenua y deshonesta como
las anteriores.
Tanto como estas frases prefabricadas,
veo constantemente que los que intentan argumentar mediante la lógica y los
hechos son acusados de querer imponer un “pensamiento único”. O sea, pensar que
el mundo existe más allá de lo que nosotros creamos sobre él, que se lo puede
conocer, que ciertas formas de conocerlo
nos dan una garantía de certeza y que esas certezas pueden ser defendidas es,
según ellos, querer imponer un pensamiento único. Básicamente, lo que intentan decirnos es que
defender la verdad es querer imponer un pensamiento único, y si hay una señal de una sociedad enferma, es la aversión y el
miedo a la verdad. Acusar de querer imponer un pensamiento único a alguien que
tiene argumentos y evidencias que respaldan algo que dice es (como en el caso
de las frases anteriores) el colmo de la terquedad, el dogmatismo, el
irrealismo y el irracionalismo. Los pensadores críticos no buscan “imponer” un
pensamiento único, defienden el
pensamiento racional-empírico y la existencia de verdades o hechos determinados
que es muy diferente. Hay que notar la
diferencia entre defender una idea e imponerla. El hecho de imponer algo
sea lo que fuese suele ser en la mayoría de los casos algo inmoral (no en
todos, por ejemplo, en el caso de imponerle un tratamiento psiquiátrico a una
persona peligrosa para la sociedad). Por
lo que imponer un “pensamiento único” obviamente no es algo defendible. Incluso
defender una concepción única sobre algunas cuestiones es en muchos casos
imposible, innecesario, inmoral e irracional, como en el caso de ciertas
costumbres o gustos inofensivos (sería totalmente disparatado querer defender la
implementación de un solo modo de vestir, o de un gusto único por determinado
estilo musical, por ejemplo). El pensamiento crítico no es para nada imponer un
pensamiento único, sino pensar por uno mismo, pero pensar bien, es decir,
pensar racionalmente y teniendo en cuenta la evidencia que muestran los hechos.
Si los pensadores críticos poseen ideas similares sobre determinados temas, es
porque basan sus opiniones en argumentos y evidencias, y no en lo primero que
se les ocurra, que suene bien o que sea agradable para ellos mismos. Si gran
parte de los pensadores críticos poseen algunas similitudes en sus opiniones,
como por ejemplo en que la astrología, el psicoanálisis, el respiracionismo, el
reiki, las religiones y el relativismo cultural son falsos y perniciosos no es
porque se hayan puesto de acuerdo en sostener tales ideas e “imponerlas” –difundirlas mediante argumentos, en realidad-
al resto, sino que la mayor parte de los
pensadores críticos llegan a tales conclusiones porque es lo que la evidencia
dice al respecto. Cuando al filósofo Bertrand Russell le preguntaron cuál
sería su mensaje para las futuras generaciones, respondió que su mensaje
intelectual seria “… nunca te dejes desviar, ya sea por lo que deseas
creer o por lo que crees que te traería beneficio si fuera creído, observa
únicamente cuales son los hechos”, pues esa es la base del pensamiento crítico,
y como la realidad no es múltiple, la verdad tampoco lo es. De todos modos, es
totalmente falso que los pensadores críticos piensen todos de igual manera,
basta ver un foro de pensadores críticos para notar su pasión por el debate y
la confrontación de ideas entre ellos.
Es evidente que la supuesta “defensa
del pensamiento único” es un manotazo de ahogado por fabricar un hombre de paja
y atacar en nombre del subjetivismo o el relativismo a los que defienden la
existencia de un hecho o alguna verdad aunque sea con evidencia y argumentos. Parecen creer, que da igual cualquier idea
que uno pueda tener acerca de algo, ya que lo importante es la pluralidad ante
todo. Esto es absolutamente ingenuo e irrealista. La pluralidad ciega jamás
será más valiosa que la verdad demostrable. A ellos parece darles igual que
algunos piensen que vacunar está mal (pese que la anti-vacunación causa el
rebrote de muchas enfermedades evitables que terminan por matar o destruir la
vida digna de cientos de personas), que da igual destruir el ecosistema o
no, que da igual matar o no, ya que
darse cuenta y defender la inmoralidad, la falsedad o la irracionalidad de
tales acciones seria querer “imponer un pensamiento único”. 2+2 no vendría a
ser 4, sino lo que cada uno crea que es,
ya que lo importante es la pluralidad. Si esta forma de pensar -mejor
dicho, de no pensar- se implementara solo nos llevaría a un primitivismo que
destruiría la civilización humana.
Sobre algunas cuestiones la pluralidad no es para nada positiva, en el campo
del arte y su apreciación, en ciertas costumbres y gustos inofensivos, etc. la
pluralidad es necesaria, pero en cuestiones del mundo real y como lo entendemos
(incluyendo a las personas y sociedades), la pluralidad bruta no tiene ninguna
ventaja sobre la verdad comprobable y la objetividad. Que haya pluralidad de
puntos de vista sobre un fenómeno significa inevitablemente por el principio
lógico de no-contradicción, que la mayoría son falsos. Por ejemplo, cada uno
puede tener su hipótesis sobre el origen del hombre y aceptarla como un hecho,
pero la teoría evolutiva seguirá siendo cierta y esto lo indican todas las
evidencias disponibles, quiéranlo o no (la evolución es una de las teorías
científicas con más grado de confirmación). Pensar que existe una verdad
objetiva por la que luchar y que ésta es más valiosa que una demagógica
apreciación de la pluralidad de puntos de vista –por más erróneos y estúpidos
que sean- no es para nada fascista como muchos acusaran, sino todo lo contrario.
Si hay característica del fascismo es el desinterés por la verdad y su hincapié
en lo emocional e irracional, cosa a la que apelan tales relativistas. George Orwell mostró que la negación de la
verdad es una característica del fascismo en su magnífica novela 1984: “Su filosofía negaba no solo la validez de la experiencia, sino que
existiera realidad externa. La mayor de la herejía era el sentido común. Y lo
más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que
pudiera tener razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos son
efectivamente cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no
puede ser alterado. (…) El Partido os decía que negaseis la evidencia. (…) La
libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede
esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados”.
El origen del relativismo parece
provenir, en gran parte, de una reacción frente al colonialismo genocida del
siglo XV. Según el razonamiento de los relativistas, si los europeos al llegar
a América hubiesen tomado una postura relativista, no hubiera existido la
masacre que ocurrió. Sin embargo esto parte de un razonamiento exageramente
malo, ya que si en verdad los
colonizadores fuesen relativistas, destruir o no destruir las civilizaciones
originarias seria relativo, por lo tanto, si quisieran hacerlo lo hubieran
hecho sin ninguna dificultad moral. Esto demuestra que si lo que queremos es el
bien común, para lograrlo el camino no es relativizar sino comportarnos moralmente
a partir de una ética desarrollada, racional y consistente como lo es el
humanismo secular. El relativismo no lleva a la tolerancia, en realidad, no
lleva a nada puesto que es una postura sumamente impracticable. Lo que lleva a
la tolerancia es la razón, cosa que carecía tanto en los brutales aztecas como
en los, para nada ilustrados, europeos del siglo XV. El relativismo al atentar
contra esta, y al no privilegiar una ética por sobre otra, hace más daño que
beneficio a su causa de origen. Y es sumamente necesario aclarar, que aquí me
refiero al relativismo epistemológico y moral, no al relativismo cultural
utilizado en antropología para el estudio de las diversas culturas, cosa muy
diferente.
El relativismo y el posmodernismo en
general, aunque busca aparentar ser de izquierda y progresista, es en realidad
una fiel amante de la derecha neoliberal, del conservadurismo y del
primitivismo retrograda new-age. Si nada es real, si no existe la verdad, si
todo vale, no hay razones para luchar por un mundo más justo, más igualitario,
más digno, o por una economía basada en
la evidencia científica y la ética (cosa que temen los neoliberales, por lo que se esconden tras sus axiomas
praxiológicos). La salud pública puede ser tranquilamente desmantelada, ya que
da igual curarse en un sanatorio privado o visitar al chaman del barrio. Da
igual parir en un hospital con todos los cuidados y precauciones, que parir en
casa corriendo el riesgo de morir por infecciones u otro tipo de complicaciones
(la idea del descuidado parto en casa es una de las tantas ideas peligrosísimas
del new-age y el posmodernismo anticientífico). Da
igual comer sano todos los días en un restaurant caro o comer de la basura. Si
todo depende “del discurso”, la pobreza es exactamente igual que la riqueza, y
cualquier intento de poner en duda esto sería imponer un pensamiento único. Si
cada cultura es equivalente y si el relativismo cultural que defienden los
posmodernos es correcto, podemos mirar hacia otro y no sentir culpa por todos
los problemas culturales que existen en Oriente, donde los musulmanes tratan a
las mujeres como escoria mientras lapidan homosexuales y destruyen sitios
históricos como museos del antiguo Egipto, para ellos esto sería simplemente
otra cultura igualmente valida e injuzgable. Foucault, uno de los mayores
representantes del posmodernismo, es un excelente ejemplo de como este
movimiento aunque aparenta ser radical y de izquierda tranza con el más extremo
fascismo. Foucault mientras se volvía ídolo de la izquierda francesa apoyaba la
subida al poder del Ayatolá Jomeini en Iran, quien instauró un golpe teocrático
y una durísima ley islámica que, entre otras cosas, favorecía el terrorismo.
Para colmo, los defensores del
pensamiento débil son excelentes aliados de la iglesia católica, ya que si
“todo es relativo” da igual enseñar evolución o creacionismo en las escuelas
(idea defendida por el posmoderno Feyerabend), da igual legalizar o prohibir el
aborto, da igual dar anticonceptivos o no darlos. Y bajo la mirada del
relativismo, el ateísmo y la crítica a la religión es, claramente, “querer
imponer un pensamiento único” y “sostener la hegemonía del pensamiento
científico”. Definitivamente lo más triste que le pasó a la izquierda, además
del impacto de revolucionarios improvisados y violentos y del fascismo
comunista chino y soviético –falsamente socialistas-, es la influencia toxica
de las ideas posmodernas. Alan Sokal y Bricmont lo explican en su excelente
libro Imposturas Intelectuales:
“Por
último, para todos los que nos identificamos con la izquierda política, el
posmodernismo tiene especiales consecuencias negativas. En primer lugar, el
enfoque extremo en el lenguaje y el elitismo vinculado al uso de una jerga
pretenciosa contribuyen a encerrar a los intelectuales en debates estériles y a
aislarlos de los movimientos sociales que tienen lugar fuera de su torre de
marfil. Cuando a los estudiantes progresistas que llegan a los campus
norteamericanos se les enseña que lo más radical -incluso políticamente- es
adoptar una actitud de escepticismo integral y sumergirse por completo en el
análisis textual, se les hace malgastar una energía que podrían dedicar
fructíferamente a la actividad investigadora y organizativa. En segundo lugar,
la persistencia de ideas confusas y de discursos oscuros en determinados
sectores de la izquierda tiende a desacreditarla en bloque; y la derecha no
pasa por alto la oportunidad para utilizar demagógicamente esta conexión”.
Otro gran “logro” del posmodernismo, con su
relativismo exagerado y su dogmática antimodernidad, es servir de base
filosófica para el movimiento pseudocientífico, retrogrado y supersticioso por
excelencia, el New-age. El new-age es la cumbre del pensamiento débil, uno de los
movimientos más nocivos y estúpidos que jamás existieron –ver la “ley de
atracción” de Rhonda Byrne, por ejemplo, una gran estrategia new-age de engaño
conservador, conformista y supersticioso-. Enaltece cualquier tipo de
superstición y se opone a cualquier beneficio de la modernidad, al igual que el
posmodernismo. Ya es tiempo de que una nueva
ilustración destierre ambas modas anti-intelectuales, este debe ser uno de
los más importantes objetivos del movimiento escéptico (me refiero claro, al
escepticismo racional o científico). Al oír la palabra Ilustración los
posmodernos se tensan, asustan y preocupan, la razón, la ciencia y el
pensamiento crítico son sus más
fervientes enemigos, y por esta razón
recurren a echarle la culpa de todos los males incluyendo el holocausto nazi. Por ejemplo, según Theodor Adorno y Max Horkheimer el
nazismo es una consecuencia de la ilustración, está de más, me parece, hacer
demasiado hincapié en la refutación de tal mediocre tesis. Basta aquí decir,
que el nazismo hallaba su inspiración en teorías puramente irracionales como el
nacionalismo y el ocultismo, que se basó, en parte, en ideas de Nietzsche
(crítico de la ilustración), que Heidegger –ídolo del posmodernismo y el
nazismo- era irracionalista y miembro del partido nazi, que los nazis amaban la
pseudociencia (teorías de raza aria e incluso el psicoanálisis, el cual usaban
para “curar la homosexualidad”, por ejemplo), etc. Y que en cambio, el
iluminismo combatía el abuso de poder, defendía la razón, la ciencia, la
libertad, la igualdad, la fraternidad, la tolerancia, los derechos humanos y
demás. Este esperpento de tesis
pareciera ser más una apología del nazismo que otra cosa. Sin embargo es muy
popular e incluso la escuché nombrar en plena clase a un profesor de Historia
de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, el cual para defenderla, recurrió a
la dialéctica, con la que uno puede
defender lo que se le ocurra, ya que no hay concepto más oscuro e inútil.
Para los relativistas la
razón es una dictadura, lo que equivale a decir que las dictaduras son
racionales, cosa que es más una defensa al fascismo que otra cosa. Si los
relativistas son consecuentes con su premisa de que “todo vale” ¿por qué el
nazismo no debería de valer?
El pensamiento crítico tiene como base
sospechar de cualquier autoridad y negarle el poder por ser tal, es la más sofisticada
forma de subversión. El pensamiento fascista es una consecuencia del
pensamiento débil, ya que los que no pueden tener un pensamiento firme y crítico
son los que necesitan de una suprema autoridad, sea un Dios ficticio o un
dictador humano, que los dirija violando todos los valores en los que ellos no
creen. El pensamiento débil es el
fascismo.
Los delirios traídos por el pensamiento débil
(relativismo, subjetivismo, etc.) son tan populares porque, además de ser
fáciles para aparentar intelectualidad, son particularmente demagógicos. A la
gente le siente bien que se le diga que su estupidez no es tan grave, que lo
malo es la inteligencia. Que critiquen sin ninguna solidez el conocimiento
científico, ya que aprenderse sus grandilocuentes frases es fácil, y con esto
creen que no es necesario estudiar ciencias para aparentar que saben sobre
ellas. Que le digan que nunca están en lo incorrecto, sino que son “diferentes
puntos de vista igualmente validos”. Esa demagogia nauseabunda es lo que lo
hace tan popular en los sectores no ilustrados. En cambio, el pensamiento crítico
no suele ser demagógico; todos conocerán disputas entre conocidos científicos o
librepensadores contra los poderes y convenciones sociales de la época, por
ejemplo, con la teoría de la evolución propuesta por Darwin. A pocos pareció gustarle que se demostrara una
relación entre nosotros y el resto de los animales –cosa que actualmente a
muchos, tontamente, les sigue pereciendo denigrante-, o que no éramos el centro
del universo. También las críticas a la religión y al teísmo por parte de
algunos científicos y filósofos críticos influyeron de gran manera, ya que la
religión siempre fue el mejor estimulante de estupidez reaccionaria contra el
avance de la inteligencia. A muchos de
estos les hubiera gustado que se les diga que aquellos hechos y argumentos eran
relativos, que lo que ellos pensaran sobre el tema estaría bien, que son puntos
de vista igualmente válidos y aquel pensamiento crítico o científico era
hegemónico, homogeneizador, “positivista” (aunque no sepan que significa),
occidentalista, reduccionista, etnocentrista, eurocentrista etc. y que no
deberían darle importancia alguna. A pesar de que es preferible vivir rodeado
de verdades incomodas que de bonitas ilusiones, para muchos es mejor persistir
en los delirios antropocentristas que insistir en alcanzar un análisis de la
realidad de forma objetiva. Éste antropocentrismo primitivo, enaltecido por la
filosofía romántica, que considera a la verdad científica como corrosiva de la
dignidad, y no como un medio para elevarla, lamentablemente siempre palpitará
en una sociedad rica en un egocentrismo ciego, donde abundan individuos que
creen que la verdad es algo democratizable (“si muchos están de acuerdo es
porque es cierto”), o incluso, que la verdad no importa sino “mi opinión” o la
pluralidad bruta. He ahí, en parte, la popularidad del pensamiento débil.
Sobre esto surge una serie de
interesantes preguntas: ¿Qué es lo que mantiene al ser humano en tal desinterés
por la verdad, a tal desprecio por la realidad? ¿Por qué la gente elige pensar
de forma superficial, tosca y bruta? ¿Qué es lo que lleva al ser humano a tal
indiferencia? Supongo que hay varios factores. Para empezar, pensar
racionalmente conlleva un gran esfuerzo, y el primer gran esfuerzo que muchos
prefieren evitar, es el de cuestionarse constantemente todo lo que se da por
cierto. Lo cierto es que nuestra sociedad esta aun hoy esclava de las formas
arcaicas de pensamiento, y la vigencia de las religiones lo demuestra. Una
religión es en sí una navaja en el cuello del librepensar. Una mentalidad sumisa
de una religión tendrá siempre un límite, un muro el cual no podrán atravesar,
una serie de dogmas que les impedirá llevar su vida intelectual más allá de lo
que por pura sugestión da por cierto. Considero a las religiones como una de
las principales resistencias hacía el surgimiento de una sociedad libre basada
en el profundo desarrollo de una intelectualidad escéptica, que permita al
humano alcanzar la mayor comprensión sobre sí mismo y sobre lo que lo rodea, de
modo que transite en el mejor sendero hacia la verdad. Esta sociedad es la que
realmente conseguirá traernos bienestar, y por lo tanto libertad y
la dignidad humana a su más alto potencial, cosa imposible de llevar a cabo si
aceptamos las tentaciones de los profetas religiosos y posmodernos, que buscan
desechar toda búsqueda de la verdad. Claro que sería totalmente reduccionista
culpar solamente a las religiones por limitar el desarrollo intelectual. Y
claro, no solamente las religiones son muestra de que la cultura moderna
convive con la primitiva, también lo son las guerras, el chauvinismo nacionalista,
las formas de gobierno autoritarias, las supersticiones, la cacería, las
sectas, los espectáculos de tortura como la tauromaquia, etc. Otro factor que
lleva a las personas hacia el desinterés por la investigación critica como
búsqueda de la verdad, es la simple haraganería. La cultura actual posee tanto
entretenimiento fácil, que pocos son los que mantienen vivo el espíritu crítico
de pensamiento e investigación. Ya que mantener la curiosidad, buscar rigor,
analizar la información y contrastarla conlleva un gran esfuerzo -como también
un gran placer-. No solo eso, la investigación crítica conlleva una serie de
frustraciones que llevan a uno a desechar muchísimas ideas consideradas
anteriormente ciertas, cosa que a la mayoría le cuesta enormemente. Aferrarse
a las ideas de forma emocional y no racional es otro factor que mantiene a las
personas lejos del interés por la verdad.
Con tantas muestras de lo lejos que
puede llegar la confusión del hombre, como ser: rebrote intencional de
enfermedades erradicadas (¡gracias antivacunas!), muertes por oposición a la
medicina por posturas místicas o religiosas –como el caso de los Testigos de
Jehová y la transfusión de sangre-, suicidios y mutilaciones sectarias, teorías
de raza aria, misoginia y homofobia religiosa, etc. Lo más inmoral y estúpido a
lo que éste puede incurrir es a negarse la capacidad de conocimiento objetivo.
Cosa que es básicamente, volverlo a sumergir en la oscuridad del primitivismo
harto deshumanizante. Si hay algo que volvió la vida de los hombres
disfrutable, es el sentido de objetividad. Los subjetivistas lo que buscan es destruir la civilización. Defender
insistentemente el pensamiento crítico por sobre los delirios retrógrados del
subjetivismo-relativista como de cualquier forma de pensamiento mágico y débil,
es una necesidad si queremos salvarnos de la oscuridad que constantemente nos
acecha, a menudo en forma de frases confortables o disfrazadas de discursos
intelectuales de vanguardia (principalmente en las facultades de humanidades).
Apéndice:
Alguien me sugirió que en el
texto faltaba algún desarrollo sobre lo que se consideran verdades
“intersubjetivas”. No lo mencione por dos razones. Entiendo a la "intersubjetividad" -en sentido gnoseológico-
como a lo que puede ser objetivable pero que no tiene existencia propia (por lo
que queda afuera lo factico, que es claramente objetivo) ahí entrarían
–algunas- verdades conceptuales, estéticas, éticas y otras verdades por
convención, pero sobre todo estéticas. No es un concepto que me guste mucho,
principalmente porque recuerda al psicoanálisis, a Husserl y a los posmodernos,
por lo que no lo menciono. Tampoco me quería enredar en cuestiones difíciles
como la verdad estética o ética, cosa que desviaría demasiado la intención del
texto que es un tanto más enfocarse en lo fáctico (la verdad fáctica es mucho
más evidente, y a pesar de ello muchos la siguen negando). Algunas personas hablan de "intersubjetividad"
por lo que es claramente objetivo, es una forma de torcer toda objetividad
dentro de "lo subjetivo", usarlo como concepto bolsa y meter todo
dentro de él: lo que es "objetivo" como que "el fuego
quema" dicen que es en realidad "intersubjetivo". Obviamente
esto es un tremendo error conceptual -muchas veces intencional- para acomodar
forzosamente todo dentro de lo subjetivo y defender el subjetivismo (“todo es
subjetivo, y lo que no, pues es intersubjetivo”).