miércoles, 27 de agosto de 2014

Medioambiente, hambre, salud y vegetarianismo.

Nota exclusiva para La Barder de Ezequiel  Arrieta, médico, docente de la Cátedra de Fisiología Humana de la Universidad Nacional de Córdoba  y miembro del CEA (circulo escéptico argentino)

El análisis en profundidad sobre los diferentes y considerables impactos del sector pecuario mundial en el medio ambiente y en la salud nos dan una idea sobre la gran responsabilidad que tiene la producción animal en el cambio climático, en la contaminación atmosférica, en la degradación de la tierra, del suelo y del agua, la reducción de la biodiversidad y el crecimiento exponencial de las llamadas “enfermedades modernas” derivadas del consumo de productos de origen animal.
Por la magnitud de su impacto, la ganadería es uno de los dos o tres sectores con repercusiones más graves en los principales problemas medioambientales a todos los niveles, desde el ámbito local hasta el mundial. La incidencia del ganado en los problemas ambientales, así como también su potencial para contribuir a solucionarlos, son decisivos. Su impacto es tan significativo que precisa urgente atención. Podrían obtenerse notables reducciones del impacto a un costo razonable.
Frente a una crisis medio ambiental inminente y un estado sanitario general alarmante, resulta necesario darle una mirada crítica al asunto, utilizando los resultados brindados por publicaciones científicas en las diferentes áreas a tratar para poder acercarnos lo mejor posible a la realidad sobre los beneficios ambientales, sociales y sanitarios derivados de la adopción de una dieta vegetariana. Esto resulta importante para mí y para cualquier persona que quiera acercarse lo más próximo a la realidad, siendo la ciencia la única herramienta fiable con la que el ser humano ha podido llegar a comprenderla, por ello el hincapié en exponer argumentos apoyados en la evidencia. Debemos recordar que la ciencia avanza a medida que se mejoran los métodos de recolección de evidencias, ya sea por una mejor compresión de los fenómenos o por un mayor desarrollo de la tecnología, contribuyendo a un aumento de los conocimientos disponibles sobre diferentes materias. Las personas deberían comenzar a darse cuenta, que en pleno siglo XXI, el pensamiento crítico basado en la evidencia es fundamental para abordar las problemáticas que nos arremeten. No es cuestión de opiniones y creencias, es cuestión de HECHOS, y los hechos deberían tener un nivel de jerarquía superior con respecto las concepciones culturales cuando se trata del cuidado del medio ambiente y la salud.

Según el informe de la FAO “Consumo Mundial de Carne entre 1950 y 2002”, la producción pasó de 44 millones de toneladas de carne por año en 1950 a 242 millones de toneladas en el 2002. Íntimamente relacionado con el consumo per cápita, de 17,2 kg de carne por año a 39 kg per cápita por año. Pero la tendencia sigue creciendo, según la actualización del mismo estudio brindado en 2009, la producción de carne aumentó a 285 millones de toneladas con un consumo per cápita de 42,3 y no hay indicios de que pare. Para consumir carne, debemos criar ganado. ¿Cierto? Bueno... A partir de lo anterior comencemos a analizar los datos.
El ganado tiene que comer, y por cierto, come mucho. La idea de la vaquita pastando feliz en el campo es algo del pasado; hoy en día el ganado se cría de manera masiva, es realmente una industria, y se alimenta con forraje, o sea, con cereales. Para obtener forraje se deben hacer cultivos, para hacer cultivos necesitamos tierras y para obtener tierras necesitamos avanzar sobre zonas en las cuales antes había bosques, selvas, pantanos, lagunas, esteros y pastizales.
Según el informe “Perspectivas Alimentarias. Análisis del Mercado Global 2012” brindado por la FAO, actualmente el 35% de los cereales producidos a nivel global son utilizados para alimentar al ganado; entre ellos el 20% del trigo y el 54% de los cereales secundarios (sorgo, mijo, avena, centeno y cebada), y en los últimos años casi las dos terceras partes de la producción de soja se destinaron a la producción de harina y el tercio restante fue a la industria aceitera. (2005).
Esto quiere decir que gran parte de los alimentos que producimos, son destinados para alimentar al ganado.
Actualmente, según los datos brindados por la FAO en su informe “La larga sombra del ganado”, cerca del 40% de la superficie libre de hielos del planeta están bajo agricultura, en tierras anteriormente cubiertas por bosques, sabanas y pastizales naturales, la mayor parte de esa superficie está destinada a producir forraje para alimentar al ganado.

El papel de la ganadería en la deforestación es de particular importancia en América  Latina, donde se producen las mayores pérdidas netas de bosques. América Latina es la región donde ocurre la mayor expansión de los pastizales y tierras de cultivo para cultivos forrajeros a expensas de la disminución de la superficie forestal. En toda América Latina, la conversión de bosque está dominado principalmente por el establecimiento de pastizales y tierras de cultivo, dependientemente de las características de los suelos, regímenes de clima y topografía. Los pastizales ocupan la mayor parte de las tierras agrícolas en la región y generalmente, la rentabilidad del ganado como una empresa productiva es baja.
 Además, la soja y la producción de cereales destinados principalmente para la producción de alimentos han desatado una ola de eventos que conducen a la destrucción de hábitats naturales más allá de las áreas forestales. Entre 2004 y 2005 se estima que 1,2 millones de hectáreas de bosque fueron talados como consecuencia de la expansión de la soja (FAO 2005).

Según la FAO, la agricultura utiliza el 70%  de los recursos hídricos (donde se incluye el agua empleada en ganadería y el riego de las tierras para la producción de alimentos para el mismo), mientras que la industria utiliza el 20% y sólo 10% se destina a uso doméstico. El 22 de marzo del año 2012, la FAO emitió un informe con motivo al “Día Mundial  del Agua” cuyo motivo fue el “Agua y seguridad alimentaria”, indicó la necesidad de avanzar hacia un sistema de producción de alimentos sostenible que utilice menos agua, reduzca los esperdicios y pérdidas, reconociendo que la escasez de agua es una causa primordial de falta de alimentos y subnutrición en las personas. Las cifras brindadas en este evento muestran que  para producir un kilo de carne se requieren unos 15.000 litros de agua, mientras que para generar un kilo de granos se requieren 1.500 litros de agua. Otros números fueron brindados por la Comisión de la ONU sobre Desarrollo Sostenible, "Agua-Más nutrición por la misma cantidad de agua" en 2004, donde mencionaban que para producir 100 gramos de carne se requieren hasta 7000 litros de agua.
Muchos de los impactos del calentamiento global ya son detectables. A medida que retroceden los glaciares, el nivel del mar sube, la tundra se descongela, los huracanes y otros fenómenos meteorológicos extremos se producen con mayor frecuencia, los pingüinos, osos polares y otras especies luchan por sobrevivir, los expertos anticipan aumentos aún mayores en la intensidad y prevalencia de estos cambios como el siglo 21 trae aumentos en las emisiones de gases de efecto invernadero.
 A nivel global, las actividades pecuarias contribuyen con un porcentaje estimado del 18 por ciento del total de emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero provenientes de los cinco principales sectores emisores de estos gases: I) energía; II) industria; III) residuos; IV) uso de la tierra, cambio de uso de la tierra y silvicultura; y v) agricultura. Considerando solamente los dos últimos sectores, la participación del sector pecuario está por encima del 50 por ciento y tomando exclusivamente el sector agrícola, el sector pecuario da cuenta de aproximadamente el 80 por ciento del total de las emisiones.

La agricultura y la ganadería en el planeta habrían ya superado un punto de inflexión amenazante, pasando de ser una causa menor de degradación ambiental hace tan sólo 35 años, a constituir la principal fuente de deposición de nitrógeno y fósforo en ambientes terrestres, acuáticos y marinos, como así también la causa más importante de la calentamiento global, desaparición y fragmentación de hábitats y de la consecuente pérdida de bosques y biodiversidad.
El 2 de Junio de 2010, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirmó en un informe titulado “Evaluación de los impactos ambientales del consumo y producción: productos y materiales prioritarios” (Assessing the Environmental Impacts of Consumption             
 and Production: Priority Products and Materials), que un cambio global hacia una alimentación sin productos de origen animal es vital para salvar al mundo del hambre, de la escasez de combustible y de los peores impactos del cambio climático. El punto 2 de la página 82 del informe, dice que por motivos ecológicos se ha vuelto necesario que a nivel mundial se siga una alimentación sin productos de origen animal: "Los impactos de la agricultura se espera que aumenten sustancialmente debido al crecimiento demográfico, el aumento del consumo de productos animales. A diferencia de los combustibles fósiles, es difícil buscar alternativas: la gente tiene que comer. Una reducción sustancial de los impactos sólo sería posible con un sustancial cambio de dieta en todo el mundo, lejos de los productos de origen animal". Mientras que, el año pasado el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) realizó un informé llamado "Evitemos las hambrunas en el futuro: Fortalecimiento del fundamento ecológico de la seguridad alimentaria mediante sistemas alimentarios sostenibles" donde hacer un giro hacia dietas más sostenibles. En el punto 9 menciona "Todavía no existe un acuerdo internacional acerca de las especificidades de un régimen alimentario sostenible, pero la mayoría de los expertos están de acuerdo en que los consumidores de los países desarrollados deberían reducir su consumo relativo de carne y productos lácteos y aumentar proporcionalmente su consumo de verduras y fruta".

Con el avance de las ciencias ambientales, se ha hecho evidente que el apetito humano por la carne animal es una fuerza impulsora detrás de casi todas las principales categorías de daño al medio ambiente que ahora amenaza el futuro de la vida humana: la deforestación, la erosión, la escasez de agua dulce, el aire y el agua, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la desigualdad social, la desestabilización de las comunidades, y la propagación de enfermedades.
Si tenés dudas sobre la plausibilidad de llevar adelante una dieta vegetariana (estricta o algunas de sus variantes que incluyen huevos y/o lácteos) solo tenés que mirar las posiciones de las instituciones de nutrición más importantes del mundo, como la American Dietetic Association (ADA), la British Dietetic Association (BDA), la New Zealand Dietetic Association (NZDA), la American Academy of Paediatric, la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (AEDN), la Canadian Paediatric Society y un largo etcétera, conformadas por decenas de miles de expertos las cuales avalan que una dieta que contenga 100% de productos vegetales es válida para todas las etapas de la vida de un humano, incluyendo embarazo, lactancia, infancia y adolescencia, sin déficit de proteínas ni hierro siempre y cuando la dieta sea balanceada. Las dietas vegetarianas apropiadamente planeadas han mostrado ser saludables, nutricionalmente adecuadas, y beneficiosas en la prevención y tratamiento de ciertas enfermedades.

Como ven, no son razones éticas las que nos llevan a revisar este tema, sino de otro tipo, y es el hecho de que una retirada “juiciosa” en la producción y consumo de carne podría tener efectos beneficiosos (y de gran magnitud) en el medio ambiente y en la salud de los humanos.

Se estima que la producción mundial de carne crecerá más del doble, pasando de 229 millones de toneladas en 1999
2001 a 465 millones de toneladas en 2050, mientras que la producción de leche se incrementará de 580 a 1 043 millones de toneladas, y la mayor parte del crecimiento de la producción de carne y leche se producen en los países en desarrollo.
 En ausencia de medidas correctivas radicales, el impacto ambiental de la producción pecuaria empeorará drásticamente. Visto de manera muy simple, si la producción se duplica sin ninguna reducción de los impactos ambientales por unidad de producción, el daño ambiental se duplicará.

La continuación de la tendencia actual causaría un desastre y debe ser revertida en direcciones más benéficas. El crecimiento económico y demográfico combinado con el aumento de la escasez de los recursos naturales y el agravamiento de los problemas ambientales ya se están traduciendo en un aumento de la demanda de servicios ambientales. Esta demanda se ampliará cada vez más: desde los factores inmediatos de preocupación como las molestias causadas por las moscas o los malos olores, pasando por las demandas intermedias de agua y aire limpios, hasta llegar a preocupaciones ambientales más amplias y de largo plazo como el cambio climático o la biodiversidad, entre otras.

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